Mazatlán, Sin.– Por las principales avenidas de Mazatlán se le ve pasar a Catalino Vázquez, un vendedor de a pie que anda por aquí y por allá, ofreciendo sus productos 100 por ciento naturales que trae desde el campo hasta la mesa de las familias porteñas para que los disfruten.
El hombre, de 41 años, comparte con Línea Directa que desde los 12 años anda vendiendo los alimentos que trae desde su pueblo natal, Agua Caliente de Garate, sindicatura del municipio de Concordia.
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Con un tranquilo andar y en sus manos dos cubetas, es como diariamente Catalino recorre la ciudad vendiendo deliciosa fruta de temporada como ciruelas o mangos, aunque también trae alimentos como nopales frescos y cocidos, queso fresco, incluso ricos tamalitos colorados y de elote.
—”Desde que tenía 12 años vengo a vender para acá”
—¿Nada más vende ciruela o lo que hay de temporada?
—”No, de aquí me paso a vender mango, de ahí me paso a vender nopales y queso otra vez. La bolsa de nopales cocidos y crudos también, ya los traigo listos para que ‘chille la cazuela’ nomás y en cuanto los eche nada haga ‘ptsss’, ¡uuuhh, bien buenos los nopales!, qué anda haciendo”.
Comenta que se despierta alrededor las 2:00 de la mañana junto con su mamá, quien tiene 65 años de edad y todavía “está fuerte” para ayudarlo a preparar lo que venderá durante día.
Asegura que cada día va a una colonia distinta, pero por lo regular se baja en la colonia Infonavit el Conchi donde comienza a ofrecer sus productos y de ahí se traslada a otras colonias como Valle Dorado, Huertos Familiares e Infonavit Playas.
Catalino dice que su día de trabajo finaliza por lo regular a las 6:00 de la tarde o cuando se le termina la mercancía y posteriormente toma el camión para regresar a su pueblo. También asegura que no le gusta descansar, pues prefiere ganar algo de dinero, aunque sea para las “cocas” y el café que, afirma, son sus únicos vicios.
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El concordense reconoce que, aunque es un poco cansado, le gusta lo que hace ya que a él no lo manda nadie, porque es su propio jefe y cuando él quiere, para de trabajar.
Señala también que no le tiene miedo al calor porque ya está acostumbrado, pero reitera que sí es un poco cansado caminar cargando las cubetas.
Si ve por las calles a Catalino y le interesa comprar alguno de los alimentos que él trae, grítele por su nombre, porque él mismo asegura que en cada sitio que visita, la gente le pone un apodo diferente y uno de ellos es “Michelino”.