Guasave, Sinaloa.- A sus 101 años, doña Rosenda es un testimonio vivo de la historia, la sabiduría y el amor por la vida. Con una sonrisa que refleja el paso de los años y el conocimiento adquirido, recibe a sus familiares y amigos en su hogar, rodeada de generaciones que han crecido bajo su ejemplo.
Línea Directa llegó a su casa este lunes y ya para entonces algunos de sus hijos, de los 12 que procreó, pero de los cuales le sobreviven 10, estaban ahí. Feliz se levantó a recibir a las visitas mientras la hornilla humeaba con la barbacoa cocinándose.
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Sentada en la silla de ruedas por descanso y prevención, más que por necesidad, doña Rosenda habla del siglo de historia que Dios, asegura, le ha permitido vivir. Su rostro moreno y su complexión delgada le permiten revelar una envidiable sonrisa que contagia.
“Me siento bien, gracias a Dios. Muy a gusto, contenta”, expresa con serenidad, demostrando que la edad es solo un número cuando el espíritu se mantiene fuerte. Nacida en Chihuahua, su vida la llevó a Sinaloa, a la comunidad de Batamote, donde formó una familia numerosa junto a su esposo. Se casó a los 22 años y, desde entonces, vivió una historia de amor que duró hasta que su esposo falleció a los 86 años.
“Fueron muchos años felices“, recuerda con nostalgia, pero con gratitud por los momentos compartidos.
Su legado es amplio: 12 hijos, 46 nietos, 64 biznietos y 7 tataranietos. “Si me pongo a contarlos, no los recuerdo todos”, dice entre risas, calculando que son más de 100 descendientes. Su hogar se ha llenado de vida este 24 de febrero tiene más años incluso que la bandera mexicana, que también escogió este día para conmemorar su 91 aniversario.
Familia de doña Rosenda celebra su 101 cumpleaños. Foto: Martha L. Castro
Ama de casa durante toda su vida refiere que, aunque ya no puede igual, quisiera trabajar como antes. Su espíritu laborioso sigue intacto, pero sus hijas no la dejan, refiere con un dejo de resignación. Aun así, se mantiene activa, cuidando su jardín desde su asiento y disfrutando de la compañía de sus seres queridos.
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Sentada frente a sus hijos y nieto con su vestido de color oscuro y su suéter, deslumbra de forma envidiable a cualquiera. Es impresionante escuchar cómo se expresa con tanta sabiduría que envuelve en la plática que pareciera interminable.
Cuando se le pregunta sobre los cambios que ha visto en el mundo, su mirada se torna reflexiva. Hay cosas que no le hubiese gustado ver.
“Antes vivíamos pobres, pero más felices. Ahora hay muchas injusticias, más violencia. No tenemos segura la vida”, dice con pesar, sobre todo cuando sabe que se les quita la vida a seres inocentes como los niños, contrastando a la tranquilidad de su juventud. Esos son los pasajes de un siglo que quisiera no haber conocido.
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Sobre el secreto de su longevidad, responde con humildad: “La receta la tiene Dios”, aunque confiesa que su alimentación tradicional pudo haber influido. “Antes comíamos pinole con leche, queso, quelites… cosas sencillas, pero saludables”.
Sin embargo, hay algo en su alma que responde más allá de su memoria, cuando se le pide un consejo para disfrutar la vida como ella lo hace:
“Que todos somos humanos y que nunca quieras el mal para otros porque recae en ti, a gusto vivo yo la vida y eso le pido a Dios, que, así como yo siento para mi familia, que todo mundo quisiera que viviéramos pobremente, pero tranquilos, felices. Antes no había tanta discordia, tanta envidia”.
¿No le trajeron pastel?, se le cuestiona mientras ella asiente: “está por llegar ahorita en un ratito”.
¿Le va a dar mordida?
“Y de qué otra forma, si no le doy mordida lo chupo”, responde para detonar las carcajadas con su inocente ocurrencia.
“Muchas cosas me han pasado y he pasado y he vivido feliz gracias a Dios”, asume con aquella entereza que impresiona a cualquiera. Más allá de la comida, su actitud positiva y su fe parecen ser la clave para haber alcanzado los 101 años con plenitud.
Doña Rosenda cumple 101 años, y comparte con Línea Directa consejo para disfrutar la vida. Foto: Martha L. Castro
Con una memoria envidiable y una visión clara sobre la vida, doña Rosenda sigue inspirando a quienes la rodean.
“No cualquiera vive 101 años y los disfruta. Yo los estoy disfrutando, gracias a Dios”, afirma con convicción. En sus palabras y en su sonrisa se encuentra el testimonio de un siglo de historia, de amor y de enseñanzas que perdurarán en su familia por generaciones.