En gustos se rompen géneros. Soy de los que piensan que no todas las modificaciones que ha sufrido el béisbol de Grandes Ligas es bueno, cuando menos para un servidor. Pero el juego de pelota sigue evolucionando cada vez más y no sabemos cuál y cuándo será la parada definitiva.
Este deporte se mueve como lo que es; un negocio, una industria de hacer dinero. Por esa razón se están volviendo muy recurrentes esos cambios que están dejando atrás el béisbol original, el genuino, el que nació, creció y se desarrolló de tal forma que lo convirtió en el pasatiempo favoritos de miles hasta alcanzar el reconocimiento del Rey de los Deportes, aunque no de forma generalizada.
De los primeros cambios que yo recuerdo, porque se suscitaron en la época de mi infancia, fue la de sustituir al pitcher en turno al bat por un bateador designado. Lo adoptó la Liga Americana, más no la Nacional que deseaba mantener esa esencia natural de ver al serpentinero pararse en la caja de bateo. Con el paso de muchos años, terminaron por borrar también del mapa a los lanzadores en la Nacional.
Ahora no solamente eso pertenece al pasado. A la lista se sumaron los extrainnings con un corredor en la intermedia al empezar la entrada; el crecimiento de las bases y, para rematar, un reloj que tiene como único objetivo disminuir los tiempos del partido pero mortal para los pitcheres porque ahora ya no hay ese tiempo suficiente para tomar aire.
Hay cosas buenas y cosas malas, Me gusta el tema de reloj, pero no estoy de acuerdo con otras. Por ejemplo, los standings o grupos, como usted desee reconocerlos o llamarlos.
Yo crecí viendo las Grandes Ligas en dos grupos: la Nacional y Americana. Al final de cada temporada era justo reconocer que los dos mejores (el campeón de cada Liga) avanzaba a la Serie Mundial. Era el premio perfecto para quien se esmeró y esforzó para terminar en lo más alto, sin tener que eliminarse con alguien a quien haya superado en triunfos y derrotas.
Alguien salió más tarde con la idea de crear las divisiones y de darle la oportunidad a un mejor segundo lugar para completar el póker de semifinalistas. Pero el negocio debía ser más lucrativo que interesante, naciendo los famosos choques interligas hasta los tiempos actuales en los que ya no son dos ni cuatro clasificados, sino seis por circuito.
Me gusta la idea de que seis equipos de cada Liga estén en las fiestas de octubre, pero no así. Los seis invitados deben ser los mejores clasificados, los que realmente tienen mejor porcentaje que los nueve restantes, porque pueda darse el caso de que un equipo tenga mejores números que un primer lugar, pero las plazas de comodines ya se hayan ocupado.
Estoy seguro que los cambios seguirán surgiendo, que falta mucho por descubrir y añadir. Entonces el juego de pelota se habrá convertido en otro invento. No descartemos la idea –como se ha rumorado- de que los ampayers desaparezcan. Veamos el Tenis, por ejemplo, donde ya en la mayoría de los escenarios están utilizando una máquina (ojo de águila) que marca si la pelota pegó en terreno bueno o malo.