Guasave, Sinaloa.- La historia de Iker, un niño de 11 años con parálisis cerebral, es un testimonio de lucha, resiliencia y gratitud. Su madre, Glenda, recuerda con claridad el día de su nacimiento, cuando los médicos les advirtieron que Iker no sobreviviría la noche. Sin embargo, contra todo pronóstico, el pequeño desafió al destino y hoy su vida es motivo de celebración y agradecimiento diario.
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Iker nació con complicaciones severas: falta de oxígeno, líquidos en los pulmones y convulsiones que lo llevaron a un estado de coma durante 21 días.
“Nos decían que de esta noche no pasa, que mañana quién sabe. Nunca lo sufrimos; para nosotros, tenerlo aquí es una bendición. Todos los días damos gracias a Dios porque está con nosotros”, relata Glenda.
Aunque los médicos advirtieron que podría tener secuelas graves, su familia nunca perdió la esperanza.
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Tras despertar, se confirmó el diagnóstico de parálisis cerebral, afectando principalmente su motricidad. No obstante, Iker demuestra ser un niño sumamente inteligente, capaz de comprender todo a su alrededor, aunque su movilidad y comunicación son limitadas.
Con amor, dedicación y constantes terapias, Iker ha logrado avances significativos. “Antes no abría las manos ni movía la cabeza, pero ahora está muy bien. Gracias a Dios, ha progresado mucho”, comenta Glenda con orgullo. Aunque no puede caminar, su familia destaca su capacidad para comunicarse a través de gestos, palabras básicas y señales con la cabeza.
“Iker escoge su ropa, su comida y nos hace saber lo que le gusta o no. Él entiende todo, aunque no pueda decirlo como nosotros”, explica su madre.
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Glenda, su esposo y sus otros dos hijos han creado una red de amor y apoyo para Iker. Aunque cuidar de él requiere tiempo y dedicación, la familia nunca ha visto su situación como una carga. “Es pesado, sí, pero vale la pena. Siempre hemos estado unidos por él”, afirma.
El Día Internacional de las Personas con Discapacidad, la familia de Iker reflexiona sobre la importancia de valorar cada logro.
La historia de Iker es un recordatorio de que las adversidades pueden ser transformadas con amor y perseverancia. Su familia es un ejemplo de cómo, ante los retos más grandes, la fe y la unidad pueden marcar la diferencia.
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