Culiacán, Sinaloa. – La tarde de este Jueves Santo se llevó a cabo en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario también conocida como Catedral, la Santa Misa in Coena Domini también conocida como la Misa de la Cena del Señor.
Esta es una de las celebraciones litúrgicas más importantes del calendario católico, y marca el inicio del Triduo Pascual, que abarca el Jueves Santo, Viernes Santo y la Vigilia Pascual.
Esta misa recuerda tres eventos clave de la última cena de Jesús con sus discípulos y por ello se lleva a cabo la bendición del pan, lavatorio de pies y la adoración al Santísimo.
La misa fue oficiada por el obispo de la Diócesis de Culiacán, Jesús José Herrera Quiñónez, quien relato lo acontecido en la última cena del señor.
“En el transcurso de la cena cuando ya enviado había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarle, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas, y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ceñó. Luego echó agua en una copaina y se puso a lavarle los pies al principio, y a secárselos por la toalla que se había ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, este señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies? Jesús le respondió, lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde. Pedro le dijo, tú no me lavarás los pies jamás. Jesús le contestó, si no te lavo, no tendrás parte conmigo”, relató.
La institución de la Eucaristía significa que Jesús consagra el pan y el vino, entregándolos como su Cuerpo y Sangre.
Asimismo, Jesús lava los pies a sus discípulos como signo de humildad y servicio, algo inusual en un líder, que deja una enseñanza profunda.
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Elementos característicos de esta misa: Bendición del pan (aunque no siempre se hace, en algunos lugares se da como gesto simbólico).
El lavatorio de los pies, normalmente se hace a 12 personas, representando a los apóstoles.
Procesión del Santísimo: se realiza al final de la misa y consiste en trasladar el Cuerpo de Cristo a un lugar aparte llamado “monumento”, para su adoración silenciosa.
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El altar queda desnudo, sin manteles ni adornos, en señal de duelo por lo que vendrá: la pasión y muerte de Jesús.
Esta es una misa intensa, cargada de simbolismo y emotividad. No solo celebra un momento histórico, sino que llama a los fieles a recordar el servicio, la entrega y la fraternidad.