Guasave, Sinaloa. “Me puso la pistola en la cabeza y me dijo que nos iba a matar”, relató doña Clariza sacando fuerzas mientras la voz se le quebraba y su hija limpiaba sus lágrimas: la mujer de 79 años narró a Línea Directa su experiencia de vida y la traumática historia que les tocó sufrir a manos de su pareja.
El testimonio de las dos clarisas es demoledor, un proceso que aunque se diga superado, siempre será emocionalmente desgastador para ellas. Con raíces sinaloenses, madre e hija viven en California y estuvieron este viernes en Guasave para crear un grupo de apoyo y una red que ayuda a las víctimas de la violencia a superar el proceso de forma particular y de manera exitosa.
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Un conmovedor testimonio de la violencia sufrida tanto por ella como por su hija, quien ahora es una mujer adulta, Aseguró que la situación, agravada por el miedo y el silencio, refleja una realidad frecuente en muchas familias.
“Hubo una noche donde sí la maltrató demasiado y mi mamá pensó que nos iba a matar, incluso fue lo que le dijo a ella y fue cuando nos fuimos. Me sacó pistola y todo y dijo que me iba a matar a mí y después a ella, (a su hija), entonces me fui y me enllavé en la recámara y por una ventana salí, le pedí ayuda a unos americanos y ellos llamaron a la policía, luego me dijo el policía: señora si tenía 16 tiros la pistola, yo no quiero eso, le dije, sí, dijo, tiene que recoger usted la pistola para que ponga un cargo”, relató la mujer con voz entrecortada.
Desde pequeña Clariza experimentó temor al ser dejada sola con su cuñado, quien la acosaba, dijo la madre que valientemente y contrario a su tiempo se decidió a romper con el círculo de la violencia, en aquellos años en los que todavía los padres les pedían a las hijas aguantar al marido. Clarisa, la hija, recuerda las palabras de su abuelo, quien aconsejaba a su madre soportar todo de su padre. Esta mentalidad perpetuó el ciclo de violencia hasta una noche en que la situación escaló dramáticamente.
Después de muchos años y con ayuda de terapia, Clarisa y su madre lograron perdonar a su agresor, quien finalmente mostró arrepentimiento. Este perdón y proceso de reconciliación destacan la complejidad emocional que enfrentan las víctimas y sus familias.
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Clarisa subraya la importancia de reportar la violencia y buscar ayuda. Reconoce que cada persona y situación es diferente, pero enfatiza que el silencio solo prolonga el sufrimiento. Su historia es un llamado a la acción para quienes aún creen que pueden manejar la violencia por sí mismos.
Finalmente, Clarisa compartió una reflexión sobre el perdón y el amor. A pesar del dolor y el trauma, ella cuidó a su padre en sus últimos días, demostrando una capacidad de perdón que muchos podrían encontrar inspiradora. Esta experiencia refuerza la idea de que aunque el proceso de sanación es doloroso y largo, es posible alcanzar la paz y la reconciliación.