Guasave, Sinaloa. MARCELINO dejó su nombre escrito así, con letras grandes, expresó su prima hermana en medio del dolor por la muerte del hombre de 48 años de edad que dejó a su paso el ejemplo de vida para quien lo conoció, y un gran orgullo para su familia por su actitud resiliente al impuso a las adversidades.
Quedó ciego en plena juventud, y aunque ciertamente vivió el duelo por la incapacidad que se le vino encima, salió adelante solo, jamás fue una carga para nadie, recorría las calles solo con su bastón “él era el mensaje y no lo entendimos”, dijo su prima mientras reconoció que fue un ejemplo de vida que impactó a quien se encontraba al paso.
Un ataúd de madera guarda sus restos, al pie de él su fotografía con sus lentes oscuros, el megáfono que usaba para trabajar, un mandil y su inseparable mochila.
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En la funeraria no hay lágrimas de dolor, son de orgullo, de saberle, de sentirle, de haberle conocido.
Marcelo Vergara Lara encausó no solamente a sus primos a un camino del bien, los inspiró y los empujó hacia la superación. Supo hacerlo también con quienes le conocieron y que hoy ante su partida inesperada inundan las redes sociales con el lamento, sí, pero con el homenaje, más por quien fue.
Mitxel Román compartió parte de las vivencias que tuvo con quien fue su maestro de vida y a quien le tocó cuidar incluso estando recientemente en el hospital en sus últimos días, esos en los que la única preocupación que tenía era el viaje a Guadalajara para asistir a una escuela de superación personal.
– “Yo me quedé impresionada hace un mes que íbamos a la escuela de Creciendo y mi teléfono se quedó sin… O sea, no me salían las llamadas. Préstame tu teléfono, le dije, me vas a creer que yo no pude mandar un mensaje con su teléfono y de volada él mandó el mensaje. Y yo me quedé: ¡wow! o sea, no puede ser”.
– ¿Era un teléfono especial?
– “No, no”.
– ¿Pero cómo le hizo?
– “Sus sentidos estaban tan desarrollados que él con un sonido o con dos sonidos sabía lo que estaba escribiendo. Apenas él, sus dedos eran su vida, el teléfono era su motor, sus manos ¿cuán grande es mi capacidad que yo no he desarrollado tan bien? Porque él ya la tenía totalmente desarrollada. Impresionante, nos deja a todos la vara muy alma. Como familia, lo que somos, lo somos por él. Marcelino era MARCELINO, con letras grandes y decía: si va a ser, depende de mí”, narró su familiar.
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Un ser realmente especial que se despidió del plano terrenal, pero que no deja a su paso dolor, sino orgullo y un impresionante ejemplo de vida.
Fue el reportero que quiso ser siempre, fue el artista que toda la vida deseó, su casa se convertía en un teatro cada fin de semana, y un inspirador nato al que hoy se le reconoce post mortem su legado.