Guasave, Sinaloa. – En las primeras horas de la mañana, cuando el sol aún no había despuntado, don Arnoldo Trías ya estaba en plena faena. Como cada jornada, su esposa había preparado el lonche antes de las 4:00 horas, y con las redes listas, partió hacia la bahía en busca del tan ansiado “oro azul”, como antaño se le llamaba al camarón.
Sin embargo, tras más de seis horas colando las aguas, el botín fue desalentador. Apenas unos 10 kilos de crustáceos se lograron capturar, una cantidad insuficiente para cubrir siquiera los costos del día.
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“Agarramos unos 10 kilos, no sé, 10 kilos”.
¿No paga eso la gasolina hoy ya?
– Está muy cara la gasolina, son como 600 pesos lo que ganamos con esos 10 kilos, y ahí se va con lo de la gasolina.
¿Y la ganancia?
-Pues, ¿qué vamos a hacer?”, añadió con un tono de resignación, refiriéndose al elevado costo del combustible que, en los últimos tiempos, ha mermado aún más las ya de por sí limitadas ganancias de los pescadores. Con cada salida al mar, necesitan alrededor de 25 litros de gasolina, lo que significa un gasto considerable.
El equipo de don Arnoldo está compuesto por tres personas, quienes además de dividir las ganancias también deben compartir los gastos.
“Nos repartimos lo de la gasolina y después lo que queda apenas alcanza para los gastos esenciales, como el hielo que algunos deben comprar”, explicó.
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La situación es aún más dura para quienes a diferencia de don Arnoldo no cuentan con las herramientas necesarias para mantener el camarón fresco, incrementando sus gastos.
La temporada de camarón, que alguna vez prometió una abundancia que beneficiaba a los pescadores de la región, ha resultado ser decepcionante este año.
“El primer día agarramos unos 42 kilos, pero hoy apenas 10. Y eso es lo que muchos están sacando. Algunos ni siquiera llegan a los 10 kilos”, explicó.
El tamaño del camarón tampoco es alentador, lo que afecta aún más los ingresos, ya que el mercado paga menos por producto pequeño y de baja calidad. “Ahora no tiene precio tampoco”, comentó sobre el bajo valor que está alcanzando el camarón.
Pero los problemas no acaban ahí. La falta de gasolina es un obstáculo significativo, ya que muchos pescadores no pueden permitirse recorrer mayores distancias para buscar mejores capturas.
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“Para ir más lejos, necesitamos echar 180 o 200 litros de gasolina, pero no hay de dónde comprar. La cooperativa no tiene, y con la situación como está, es complicado”, explicó don Arnoldo, quien se ha visto forzado a limitarse a las cercanías de la bahía, una zona donde la captura es más incierta.
La realidad para los pescadores de la región es cada vez más preocupante. La incertidumbre económica se agrava por la inestabilidad en los precios y la falta de apoyo en cuanto a combustible. Además, muchos enfrentan problemas personales derivados de esta situación, como la imposibilidad de pagar seguros médicos o cubrir las necesidades básicas de sus familias.
“El seguro nos lo van a cortar a todos. Tengo cuatro hijos, dos de ellos en la Universidad, otro en la secundaria y una hija que ya está casada. Pero los gastos son muchos, y con lo que sacamos de la pesca no alcanza”, señaló don Arnoldo con tristeza.
El día a día de los pescadores ha pasado de ser una tradición próspera a una lucha por la supervivencia. Las pangas regresan cada vez más temprano al puerto y lo que antes era una jornada prometedora ahora se ha convertido en una rutina de frustración.
“No vamos a salir mañana, no tiene caso. Con esos 10 kilos de camarón no pagamos ni la gasolina”, concluyó don Arnoldo, visiblemente afectado por una temporada que, según sus palabras, “estuvo muy mala, con muchos gastos y sin poder recuperar ni lo invertido en el combustible”.
La historia de don Arnoldo no es aislada, es el reflejo de una crisis que afecta a cientos de pescadores en la región, quienes, pese a sus esfuerzos, ven cómo el “oro azul” que alguna vez fue sinónimo de prosperidad, ahora solo deja pérdidas.