Los Mochis, Sin.- Dentro de la tradición Yoreme por Día de Muertos, el Padrino de Muerte nos cuenta cómo es que ellos recuerdan y honran a los que ya no están en este plano. Javier Gastélum, uno de estos padrinos, nos platica sobre el topanco o “Mesa del Muerto”, en la cual se colocan las ofrendas que se ofrecerán a las ánimas de los indígenas del norte de Sinaloa que bajan en estos días de noviembre.
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A diferencia de tradiciones mexicanas, el topanco se debe colocar a cierta altura para que le quede más cerca a nuestros seres queridos y para que el espíritu no toque el suelo, ya que de pasar esto se quedaría encadenado en la tierra; también debe colocarse en el lugar de la casa donde fue velado el cuerpo del difunto.
Javier explica las diferencias entre el altar de los indígenas del centro-sur del país y el Yoreme, que va desde el día en que debe colocarse, que es el 23 de octubre, hasta si una persona recién fallecida puede o no tener un altar, ya que según su cosmovisión, deben pasar dos años de que una alguien murió para que le puedan dar permiso de acudir al plano terrenal a visitar a sus familiares, porque durante el primer año el ánima está siendo juzgada por sus actos realizados en vida.
La Mesa del Muerto está elaborada de ramas de algún árbol, por lo general mezquite y carrizo verde, se le coloca una cruz en la parte de arriba y las cosas que sirven de ofrenda, como frutas, tamales, café, flores, fotografías, agua y veladoras, ya que las ánimas vienen sedientas del camino que recorrieron para llegar de nuevo al lugar donde vivieron.
Una vez terminado el topanco, se les avisa a los espíritus que ya pueden acudir a disfrutar de lo que se les ha preparado, lanzando varios cohetes hacía el cielo.
El Padrino de Muerte comenta que en ocasiones las ánimas que llegan les juegan travesuras moviendo las tazas, cerrando puertas o hasta haciendo que alguna persona sienta malestar.
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Una vez pasado el 2 de noviembre, el topanco puede ser retirado anunciando que las almas se pueden retirar a su plano astral.