Los Diablos Rojos del Toluca vivieron un “infierno” en su propio “infierno”. El Pachuca les dio cinco tiros mortales por necesidad que prácticamente definieron la serie final más pronto de lo que muchos imaginaron, por lo que el partido de vuelta podría resultar casi de mero trámite el domingo.
No recuerdo un choque de ida por el campeonato desde que se aplica el sistema de liguilla en el que el visitante regrese a casa con lo que parece una cómoda ventaja, por no decir o asegurar que con el trofeo en sus manos. Los Tuzos les dio una paliza que bajó de las nubes al equipo y su afición tras aquella eliminatoria días antes donde dejaron fuera al superlíder y favorito América.
El Toluca no metió ni las manos, hablando literalmente. No fue ni la sombra de aquel conjunto que además de aprovechar los espacios y errores cometidos por las Aguilas, para haber sacado un marcador un poco más cerrado. Y dentro de sus propias fallas hasta se dieron el lujo de errar un penalti en tiempo de compensación, que si bien es cierto la diferencia habría sido de solo 3 goles para la vuelta, en algo habría ayudado, al menos en mantener vivas sus ilusiones.
¿En qué se equivocó Nacho Ambriz, su técnico? ¿Acaso fue su planteamiento? ¿O habrá que admitir que la superioridad técnica del Pachuca hubiese sido la misma en caso de que los Diablos se hubieran plantado mejor sobre la cancha?
Pachuca jugó bien todo el calendario. Su tercer lugar general resultó un tanto engañoso cuando merecía una mejor posición, y ahora está muy cerca de cristalizar lo que algunos expertos señalaban; que era uno de los tres merecedores al campeonato.
La franquicia es un ejemplo de cómo trabajar, mover y hacer crecer su cantera. Es de los pocos equipos que lejos del característico billetazo voltean hacia sus fuerzas básicas, una de las más completas y exitosas, por cierto.
El domingo en su casa y ante su gente levantarán la Copa, y habrán dicho ¡misión cumplida! Solo una catástrofe podrá impedirlo, pero no veo por dónde pueda surgir. Ellos saldrán a clavar un poco más la cruz en esa tumba, como lo hizo el América contra el Puebla, que no conforme con los seis goles que les indilgó en el choque de ida, hizo lo propio en el “Azteca”.
De eso se trata este jueguito, de anotar los más goles posibles que se pueda, aunque hay quienes defienden los partidos más cerrados porque aducen que suelen ser más interesantes. El aficionado opina diferente; ellos pagan un boleto para ir a un espectáculo donde la emoción más grande es el gol. Y si aparecen en cantidades industriales, mucho mejor.
Así que el próximo domingo habrá que sentarse frente al televisor para esperar el momento de la entrega del trofeo al Pachuca, o una actuación similar de los Tuzos como la del primer encuentro, porque con esa lápida que cargarán sobre sus espaldas los Diablos desde el silbatazo inicial, nadie los salva.
¿No lo cree así?