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Todos son Tontejos hasta que demuestren lo contrario

Cuando uno acude a una cita médica sin conocer al médico que visitamos, por lo general, suponemos que vamos a conocer a una persona preparada e...

Juan Ordorica
Juan Ordorica | Analista y columnista Línea Directa

Cuando uno acude a una cita médica sin conocer al médico que visitamos, por lo general, suponemos que vamos a conocer a una persona preparada e inteligente. Ser doctora o doctor, al menos en el imaginario colectivo pre establecido, supone un nivel de inteligencia inherente a la profesión. Lo mismo sucede con los abogados, contadores, arquitectas, ingenieras, docentes y en la enorme mayoría de las profesiones. En la actividad política no es así; por lo contrario de los profesionistas, cuando llegamos a estar frente a políticos o políticas (aquí sí aplica la paridad e igualdad de género) suponemos que son personas bastante inútiles con niveles de capacidad oscilantes entre lo mediocre y lo deplorable. Ser un médico profesional es digno de loas, pero si alguien nos dice que es un político de carrera lo vemos con recelo y hasta desprecio.

Por otro lado, al analizar la política como un oficio y no una profesión, las cosas no cambian mucho. Si en nuestras casas se daña un retrete o regadera llamamos al primer plomero que encontramos. En muchas ocasiones no tenemos referencias previas del plomero; sin embargo, asumimos que tendrá las habilidades suficientes para reparar las tuberías. Lo mismo sucede con carpinteros, albañiles, sastres y cualquier oficio que usted guste incluir aquí. De los que se dedican a la política no podemos decir lo mismo. Votamos por ellos, pero en el fondo estamos esperando que nos decepcionen y, es más probable que no tengan ni idea de cómo resolver mediante buenos oficios los problemas que se les presentan.

Muchos se quejan de la meritocracia, pero en los oficios y profesiones casi siempre funciona (desde luego que hay excepciones e injusticias, pero no son la norma). Los profesionistas más encumbrados o trabajadores más solicitados casi siempre tienen una preparación endemoniada que los precede. Los carpinteros más solicitados tienen tras de sí una enorme capacitación y experiencia. Son maestros en su oficio y cobran como tal. Con la política parece todo lo contrario; mientras en el mundo laboral necesitas cada vez más preparación y capacitaciones para sobresalir, la actividad política muestra claras señales de involución. Hay personas que se dedican a la política que fueron sumamente exitosos en otras actividades, pero algo sucede que se dejan atrapar por ese mundo y terminan siendo poco menos que seres huecos sin ideas.

Las y los políticos parece que tienen como requisito deshacerse de puntos del coeficiente intelectual para tener una carrera exitosa. Entre más rupestres y simplones sean los servidores públicos tienen una mayor probabilidad de crecer; por lo contrario, los pocos políticos que se quieren preparar terminan siendo señalados como “mamones” y alejados del pueblo.

La política parece ser la única actividad que no obedece sus propios principios. En otras actividades no es así. Por supuesto que hay diferencias entre la forma de aprender los oficios y profesiones y su aplicación en la vida real; sin embargo, el corazón que los médicos analizan en la facultad sigue siendo el mismo corazón que revisan en un paciente. La Constitución que se estudia en las escuelas de Derecho sigue siendo la misma en el mundo laboral, las leyes de física son tan válidas en los libros como en la construcción de puentes.

La enorme mayoría de los políticos desconoce los documentos básicos de su actividad. No tienen idea cuando les hablas del Contrato Social de Rousseau, El Espíritu de las Leyes de Montesquieu, La Riqueza de las Naciones de Adam Smith o de perdida el Manifiesto Comunista de Marx si eres un rojillo trasnochado. Los más cínicos te contestan que hay una diferencia entre la política de las aulas y la política de la vida real, pero no te dicen que la política de la vida real son reglas no escritas para esconder sus limitaciones, justificar la falta de congruencia o de plano para entregarse a las pillerías plenas.

Dicen que los estereotipos son malos. En lo personal no lo creo. Los estereotipos se crearon por la suma de muchas experiencias, actitudes y formas de entender las cosas. Lo que es malo es quedarse en el estereotipo para no ver más allá de él. Para el caso de la política, el estereotipo de personas limitadas, abyectas y lambisconas está más que ganado. Insisto, hay excepciones. Es ahí precisamente donde radica el título del texto: Todos son Tontejos hasta que demuestren lo contrario. Las y los políticos tienen tan poco nivel que los pocos que se salvan tienen la obligación de demostrar que no son tan tontejos como lo marca el estereotipo ganado a pulso.

¿O usted qué opina, amable lector? ¿La política está llena de Tontejos o son meras figuraciones del autor?

Fuente: Internet

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