En días recientes encontré en redes sociales a un político del PRI pidiendo ser tomado en cuenta para competir por una diputación. El político priísta lanzaba un reto a un personaje que había renunciado al partidazo para irse en busca de su nuevo PRI (a MORENA, pues). El afanoso priísta acusaba a su excompañero de traidor y otras fornituras propias de políticos ardillas. Cabe mencionar que tanto el traicionado como el traidor tienen años viviendo del erario. Ambos ya fueron diputados, funcionarios de gobierno y el llamado traidor logró ser precandidato a una gubernatura.
La curiosa bravata del priísta me recordó que los ciudadanos estamos siendo tomados de rehenes de políticos que consideran que los espacios públicos pertenecen por derecho divino a sus propios intereses. Para el priísta de la anécdota, la ciudadanía era un mero escenario para regresar a la curul que tanto añora. Estar fuera del presupuesto ya no es un error… es un TERROR para los expulsados de las mieles del erario. El priyista en fuga a MORENA también sintió el rugido de las tripas; por lo que, sin empacho alguno cambió de rieles para regresar a la mesa de las jugosas viandas entregadas por el Poder.
Al priísta de nuestra historia no le cruzó por la mente enfrentar a su traidor compañero impulsando a otro candidato que no fuera él mismo. Para el priista remendado no hay más opción que postularse a sí mismo para ir en contra de los que se brincaron a MORENA. Poco le importó que los ciudadanos los sacaran a patadas del gobierno y los Congresos. Para el remendando no hay más realidad que regresar a una curul a como sea; por otro lado, el reciclado que se fue a MORENA tampoco tiene un espíritu muy democrático. El reciclado se cansó de vivir de opositor (si es que alguna vez lo fue). El neoMORENISTA tuvo a bien olvidar que las urnas lo destrozaron cuando buscó repetir en la alcaldía. Apostó por la purificación y la desmemoria colectiva para colarse en el nuevo régimen.
La oposición y el régimen de MORENA son facilitadores de la Legión de los Mismos. Ingenuamente llegué a pensar que los políticos y los partidos aprenderían a escuchar el mandato de las urnas. Me declaro un estúpido por creer que algo tan complejo se podía resolver con unas cuantas urnas llenas de votos de rechazo. Hoy entiendo que los políticos nunca pierden, aunque pierdan. Unos, únicamente necesitan cambiar de partido para retomar sus carreras donde las dejaron y otros solo esperar pacientes para quedarse con las migajas de las derrotas. Esa plaga no se combatirá con votos. Los ciudadanos que quieran incursionar en la política tendrán que enfrentarse a una Legión muy poderosa. Hay muy pocas probabilidades de desterrar a los eternos vampiros del erario.
La promesa de la oposición de renovarse fue una mentira. Por todos lados vemos a los remendados tratando de conseguir candidaturas. Desde las listas de plurinominales al Senado, hasta el último de los regidores del ayuntamiento más pequeño del país nos encontraremos con nombres que causan repulsión al votante, pero eso no tiene valor para los partidos. La oposición decidió convertirse en un nido de sobrevivientes en lugar de construir una verdadera opción renovada para el país.
MORENA y su discurso de terminar con el PRIAN es igual de falso que los opositores. MORENA decidió reciclar a una pléyade de perdedores y oportunistas para integrarlos en sus filas. El PRIAN cambió de código postal con el beneplácito del régimen.
La lucha entre remendados y reciclados será la constante para el 2024. El votante seguirá acudiendo a las urnas para votar por sus colores favoritos como si se tratara de una liga de futbol. El mito del voto de castigo se borra cuando vemos las caras sonrientes de los candidatos defenestrados del pasado frotándose las manos por los huesos que se les vienen encima. Los partidos no aprendieron nada, pero los votantes tampoco. La farsa comienza de nuevo.
¿O usted qué opina, amable lector? ¿Le gustan más los remendados o los recalcados?