El sector juvenil tiene el poder de definir con su voto a los ganadores en las elecciones del próximo 1 de julio, toda vez que el rango poblacional de entre 18 y 34 años de edad conforman casi el 40 por ciento del padrón electoral en Sinaloa.
Sinaloa tiene un padrón electoral de poco más de 610 mil jóvenes de entre 18 a 29 años, y de ellos, están en condiciones de votar por primera vez 92 mil 571.
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Ser joven es no dejarse que les maten el amor, recuperar el habla y la utopía. Ser joven es situarse en una historia que es la suya y no convertirse en viejos prematuros. Cada generación tiene sus jóvenes, y, en el mejor de los casos, son precisamente los jóvenes los que le dan color y la definen.
Si son demasiados dóciles, su talante se va oscureciendo, va perdiendo enjundia. Es bueno que el joven tenga algo de aguafiestas, que incomode al poder, que denuncie su vulnerabilidad y su injusticia. ¡Qué no sé apague la pujanza y la visión crítica de los muchachos.
No desperdicien su frescura, no apaguen su curiosidad. No permitan que el tiempo los desgaste. No permitan que el tiempo afloje sus escrúpulos. Como ha denunciado el poeta José Emilio Pacheco: “Ya somos todo aquello, contra lo que luchamos a los veinte años”.
Después de todo, ¿qué nos depara en el nuevo orden internacional, que es el capitalismo? Salvaje o no, ese capitalismo hegemónico ha sido definido por el filósofo Cornelius Castoriadis como “un sistema que está destruyendo el planeta, al ser mismo. Nos está transformando en una máquina de consumo”.
¿Qué queda para los jóvenes izquierdistas en este mundo donde todos se desviven por ser centristas?
En primer término, extraerse de la derrota y no olvidar de dejar en el fondo de ese pozo los dogmatismos, los esquemas, las rígidas estructuras que impiden su desarrollo y atrofian sus radares. Análisis no es obligatoriamente contrición. Después de todo, es preferible haberse equivocado en medio de la brega por la justicia que haber acertado en la lisonja del imperio.
