Un día como hoy, el 18 de marzo de 1938, hace 87 años, se escribió una de las páginas más gloriosas en la historia de México. El presidente Lázaro Cárdenas expropió la industria petrolera; decretó la apropiación legal de refinerías, maquinaria, equipo instalaciones, edificios, embarcaciones, estaciones de 17 compañías extranjeras. Todavía nos resultan memorables aquellas imágenes, como las familias más humildes llevaron al Zócalo sus modestas pertenencias y escasos ahorros, para aportar recursos y así contribuir al pago de indemnizaciones a las empresas expropiadas. A partir de entonces, el Estado controló toda la producción y comercialización del petróleo. Bajo los auspicios del Partido de la Revolución Mexicana, el antecedente del PRI, se creó PEMEX, uno de los monopolios más importantes del siglo XX.
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Desde los años 40´s se aceleró la industrialización y urbanización del país. Llegó una prolongada etapa de crecimiento y estabilidad, la cual se calificó como el milagro económico de México. En 1976 se descubrió Cantarell, en la Sonda de Campeche, que en su momento fue el segundo pozo más grande y rico del mundo. A inicio de los años 80´s, Pemex ocupó el sexto lugar en la producción de crudo a nivel mundial. La economía mexicana se sustentó exageradamente en el petróleo, representando hasta el 80% de las exportaciones y el 40% de la recaudación fiscal.
Aquella etapa histórica de realización nacionalista y abundancia económica vino a menos. Con el paso de los años la producción de PEMEX declinó notablemente y esta empresa pública se convirtió en un símbolo de corrupción, desperdicio e ineficacia. En el sexenio de Enrique Peña Nieto se duplicó la deuda externa de la paraestatal y reformó la Constitución para abrir la industria al capital privado, con la finalidad de reactivar una ya alicaída industria. Pero en el gobierno de AMLO se suprimió esta reforma calificándola como privatizadora y neoliberal. Ahí se planteó el rescate de la soberanía, del petróleo propiedad del pueblo y la nación. Lamentablemente esta estrategia ha fracasado. Así lo indican la realidad y los datos que socavan cualquier narrativa.
Las decisiones no fueron las adecuadas, los resultados tampoco son los comprometidos. El expresidente AMLO nombró a un ingeniero agrónomo al frente de PEMEX. La situación no ha mejorado. Por lo contrario, el balance y sus principales indicadores son realmente críticos. Con 100 mil millones de dólares, hoy en día es la empresa petrolera más endeudada del mundo. Desde hace muchos años es una empresa contable y técnicamente quebrada. El monto de sus pasivos (4.2 billones de pesos) es mayor al valor de sus activos (2.3 billones de pesos). En el Plan de Negocios se fijó una meta de producción para el año 2024, de 2.7 millones de barriles diarios, pero el año pasado cerró con un mermado nivel de 1.6 millones, un 40% por debajo de lo proyectado. Hacia finales del año pasado, la escandalosa deuda de PEMEX con sus proveedores y contratistas fue de 506 mil millones de pesos. El problema no ha sido la falta de recursos. Durante el sexenio pasado el gobierno federal le inyectó, la subsidió con 1.4 billones de pesos. Todo ha resultado infructuoso. Nuestra empresa pública cerró el 2024 con una pérdida anual por 620 mil millones de pesos, esto significó, una gravosa pérdida de 71 millones de pesos por hora transcurrida.
Hoy en día PEMEX es un barril sin fondo. Seguir rescatando la soberanía de esta manera nos empobrece a todos los mexicanos, no nos fortalece como país.
