Vivimos inmersos en una sociedad donde la violencia parece haberse convertido en el pan nuestro de cada día. Desde las noticias hasta el entretenimiento, estamos expuestos a actos violentos de manera constante. Peor aún, esta exposición constante está generando un efecto perverso: la normalización de la violencia.
La violencia no es una fatalidad es una elección y nosotros tenemos el poder de elegir un camino diferente. Es alarmante cómo, en ciertos sectores de nuestra sociedad, se ha instalado la idea de que la violencia es un hecho inevitable, una constante que debemos aceptar y tolerar. Quienes defienden esta postura, argumentan que la violencia es parte intrínseca de la naturaleza humana, un mal necesario que siempre nos acompañará. Sin embargo, esta visión es no solo peligrosa, sino también profundamente errónea.
Pretender que la violencia es inalterable es como resignarse a vivir en una jaula. Es negar la posibilidad del cambio, del progreso y de la construcción de una sociedad más justa y pacífica. Es, en definitiva, una forma de rendición ante un problema que, si bien complejo, no es insuperable.
Quienes normalizan la violencia, consciente o inconscientemente, se convierten en cómplices de un sistema que perpetúa el sufrimiento y la desigualdad. Justifican la agresión, minimizan el daño causado y, en el peor de los casos, la fomentan. Es fundamental desmontar esta narrativa perversa. La violencia no es una fatalidad, sino un problema social que tiene causas y, por lo tanto, soluciones.
La obsesión por lo morboso no solo banaliza el sufrimiento humano, sino que también contribuye a crear un clima de miedo y desconfianza. Al transformar la violencia en un espectáculo, los medios están deshumanizando a las víctimas y glorificando a los agresores.
Los peligros de la normalización
Cuando la violencia se vuelve algo común, perdemos nuestra capacidad de horrorizarnos ante ella. Nos volvemos insensibles al sufrimiento ajeno y, lo que es más grave, empezamos a justificarla o a minimizarla. Esta normalización es un terreno fértil para que la violencia se propague como un virus, infectando a toda la sociedad.
La violencia un cáncer que corroe las entrañas de la sociedad. Vivimos tiempos convulsos donde la violencia se ha infiltrado en todos los ámbitos de nuestras vidas desde las noticias que nos inundan con imágenes de conflicto hasta las conversaciones cotidianas que giran en torno a la inseguridad parece que la violencia se ha convertido en una constante en nuestras sociedades, pero lo más preocupante es que poco a poco estamos normalizando esta situación
Cuando una sociedad y un gobierno normalizan la violencia están enviando un mensaje claro la fuerza bruta es una forma legítima de resolver conflictos esta normalización se traduce en un aumento de la impunidad en la erosión del estado de derecho y en la legitimación de prácticas violentas. Las consecuencias de normalizar la violencia son devastadoras al acostumbrarnos a la violencia perdemos nuestra capacidad de empatizar con el sufrimiento ajeno las víctimas se convierten en simples estadísticas la violencia genera más violencia al normalizarla estamos creando un círculo vicioso del que es difícil escapar la violencia erosiona la confianza en las instituciones y en los demás miembros de la sociedad un ambiente violento es un ambiente hostil para el desarrollo la inversión se estanca el talento emigra y las oportunidades se reducen.
Los gobiernos juegan un papel fundamental en la prevención y combate a la violencia cuando un gobierno utiliza la violencia como herramienta de control social o tolera la violencia desde la sociedad civil está contribuyendo a la normalización de este flagelo.
Es urgente que actuemos para detener la normalización de la violencia esto implica fortalecer las instituciones debemos construir instituciones sólidas y transparentes que garanticen el estado de derecho promover la cultura de la paz la educación en valores la resolución pacífica de conflictos y la promoción de la empatía son fundamentales combatir la impunidad
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Le gusta normalizar la violencia?