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Muchos, algunos, pocos o sólo yo nos quedamos sin país

El lunes después de la elección desperté en México, pero en un país que no tiene espacios para muchos de nosotros. Me di cuenta que (para...

Juan Ordorica
Juan Ordorica | Analista y columnista Línea Directa

El lunes después de la elección desperté en México, pero en un país que no tiene espacios para muchos de nosotros. Me di cuenta que (para pocos, algunos o slo yo) vivir en México será muy difícil. Que esto no se entienda como un reclamo al resultado electoral. Millones de personas, la enorme mayoría de votantes, decidió por un rumbo y se respeta. No se trata de quien gobierna México sino el rumbo que se decidió emprender. El país que me gustaría vivir no desapareció de la noche a la mañana. Fue un proceso largo que culminó el 3 de junio.  El proceso electoral únicamente me recordó lo duro que será vivir muy alejado de lo que el resto de tu comunidad desea como destino nacional.

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Ganaron los que apoyan un proyecto de nación en el cuál no estoy considerado y mucho menos comparto sus principios. Creo en el orden, las capacidades de las personas para salir adelante; creo que el gobierno no debe dar dádivas en lugar de invertir en crear condiciones dignas y de calidad en áreas como la educación, salud, deporte, etc.  Me gustaría vivir en un país donde la ley es la ley, donde las instituciones estén por encima de los políticos, donde existan los contrapesos y la palabra del gobernante no sea ley. Donde la lealtad e ignorancia no tengan más peso que la preparación y los resultados. No me gusta vivir en el país de los que perdonan y abrazan corruptos por el simple hecho de postrarse a los ganadores.

Es frustrante observar cómo los políticos (de todos los partidos) y el gobierno quieran dar prioridad a dádivas disfrazadas de programas sociales que, al emprendimiento, generación de riqueza, capacitación, especialización y en otorgar todas las herramientas posibles para que un ciudadano pueda competir en un mundo altamente competitivo. No me gusta vivir en un gobierno que insiste en ver al pasado para culpar de sus incapacidades o para rellenarnos de ideología.

Tampoco vivo en el país de los que perdieron. No tengo cabida en el proyecto de la burocracia partidista que triunfa con cada derrota. Donde las hienas se alimentan de los cadáveres y sobras de la democracia. No pertenezco al país de los que quieren regresar al gobierno regalando más dinero de los que gobiernan. Un proyecto que tampoco les interesa dar voz a ciudadanos sin partidos solo para conseguir sus preciadas plurinominales para vivir a gusto. En el cuál los inútiles son premiados, los incongruentes mandan y la ambición les impide moverse de sus micro espacios. Convivo en un país donde los perdedores no pagan las consecuencias; no renuncian ante resultados adversos y se aferran como parásitos a su escritorio para succionar la última gota del erario. Es feo despertar en un país en el cual los perdedores utilizan a los ciudadanos como mero pretexto para construir botes salvavidas de lujo para dejarlos a su suerte en el naufragio. Son capitanes que hunden al barco, pero son premiados son un camarote de lujo en un yate salvavidas.

Desperté en un país donde a muchos de los ganadores les encantaría que no existiera mi tipo de ideología. Estoy en un país donde los perdedores no les interesa mi voz porque solo soy un instrumento desechable.

Esta reflexión poco o nada tiene que ver con nacionalidad o el nacionalismo mal entendido. Simplemente estoy de invitado en un país que no es el mío. No estoy tratando de decir que hay países o sociedades mejores que el nuestro.  México es muy grande, pero el rumbo de ganadores y perdedores va por un camino muy diferente del que me gustaría recorrer. Viviré en un país donde no hay contrapesos y la gente decidió por eso. Están muy cómodos con que una sola persona y partido controlen el destino de nuestras vidas.

Estás líneas son simples reflexiones catárticas. Seguiré pagando impuestos, trabajando para apoyar construir un mejor futuro para mi familia y tratando de ser empático con mis vecinos y deseando encontrar un espacio en el cual me sienta cómodo para contribuir en medida de lo que pueda, pero, por desgracia me siento como un invitado en mi propio país.  Como cualquier invitado respetaré las reglas del anfitrión, pero conozco mi lugar. No tengo voz ni voto en las decisiones de la casa.

Espero contribuir sin ser ingenuo. Entiendo que pase lo que pase no soy parte del México actual. Mucho éxito y cuiden la casa. Los invitados se lo agradeceremos.

Fuente: Internet

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