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La Voz de Sinaloa (II)

Culiacán, Sinaloa, 12 de marzo 2022. Don Gustavo D. Cañedo se inició en el periódico “El Regional” de Luis G. Rico, donde era jefe de información...

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Culiacán, Sinaloa, 12 de marzo 2022. Don Gustavo D. Cañedo se inició en el periódico “El Regional” de Luis G. Rico, donde era jefe de información Fernando Híjar. Ahí su trabajo consistía (según relató él mismo en la revista “Apunte”, abril de 1978, que dirigió quien esto escribe) en recabar noticias que se transmitían por radio: de la defeña XEW, de Berlín, de Moscú, San Francisco, Washington, etc., “y a base de puras contracciones sacaba las informaciones de primer orden relacionadas con la guerra o con otras cosas de interés nacional e internacional”.

Don Gustavo también trabajó en el periódico “La Opinión”, que dirigía Amado Zazueta, donde se empapó de las técnicas usadas en Sinaloa. Entonces ya había en el país prensas modernas y en Culiacán la primera fue de la Cadena García Valseca (que años después devendría en lo que sería la Organización Editorial Mexicana).

A su paso por “El Regional” y “La Opinión”, Don Gustavo se formó una perspectiva del quehacer periodístico que fue desarrollando a través del contacto con la generación anterior, examinando lo que se hacía, las prácticas operantes y los requerimientos que él mismo se planteaba.

LA OBLIGACIÓN CENTRAL

En una entrevista a la revista “Apunte”, nos dijo Don Gustavo: “consideré que era necesario ir haciendo una publicación que hablara con franqueza al pueblo, que le informara con un sencillo lenguaje la situación en el orden político, en el orden social, en el orden económico, etc., para que así el pueblo fuera teniendo una orientación y se formara una idea sobre todo esto, siempre en base a la honestidad en el manejo de la información”.

Esto es, el informador tiene una obligación central para con el público lector (con el pueblo, en el sentido abarcador que le daba Don Gustavo): hablarle con franqueza, con honestidad y ayudarle a formarse una idea clara de sus problemas, comprendiendo el entorno, sin confundir y sin ocultar la realidad.

¿FUNCIÓN SOCIAL O NEGOCIO?

Sin mayores referentes de las discusiones teóricas que ya estaban presentes sobre el quehacer del periodista, Don Gustavo poseía una clara visión de las contradicciones entre el periodismo como negocio y su función social.

Mantuvo la idea de contar con un órgano periodístico propio, donde se pudieran poner en práctica sus ideas en torno al quehacer informativo, y el 13 de marzo de 1944, surgió “La Voz de Sinaloa” que tuvo su primera ubicación a un costado de la Catedral de Culiacán, en la Plazuela del Centenario (entre Catedral y la calle Hidalgo).

LOS QUE LLEGARON

En sus inicios, el director de La Voz “tenía que hacerla de reportero, de administrador, de mecanógrafo, de cargador y se le veía llevando bultos de periódicos en el hombro hasta la oficina de correos, teniendo que rotularlos la noche anterior”, relató Don Gustavo.

Después llegarían a su redacción, perdonando las omisiones y el orden cronológico, Fernando “Chito” Ramos, Manuel “Tatá” Jiménez, Reynaldo González, Anatolio Ortega, Francisco Gil Leyva, Manuel Ferreiro, Carlos Manuel Aguirre, Roberto Hernández, Rafael y Nicolás Vidales Tamayo, Cipriano Obeso, Heriberto H. Mexía, Manuel Campos Caravantes, Carlos Mateo Sánchez; Lucano, Armando, Raúl y Rafael Franco Zazueta; Enrique Ruiz Alba, Alfonso L. Paliza, Jorge Medina León, Antonio Nakayama, Antonio Pineda Gutiérrez, Alejandro Hernández Tyler, Enrique “El Guacho” Félix, Sergio Emus Ortiz, José López Hernández, Jesús Acosta Barrera, Héctor Torres Beltrán y quien esto escribe.

LA DINÁMICA AQUELLA

La dinámica que prevalecía en La Voz, en su primera etapa, era explicada por Don Gustavo: “normalmente se tenía que ir a reportear, volver al periódico a hacer la nota, dejar el original corregido para pasárselo a las cajistas y, mientras ellos terminaban, seguir yendo a otras fuentes de información para ir conformando el periódico hasta que por fin se llevara la última noticia”.

Todavía en los setentas, la situación no era muy distinta (excepción hecha de que ya no había cajistas, sino linotipo e intertipo) hasta la salida del vespertino, a eso de las cinco o seis de la tarde. Al final, en el 77, La Voz llegó a salir más tarde, entrada la noche, hasta que no pudo sostenerse y una tarde ya no salió (continuará). ([email protected]).

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Jorge Guillermo Cano

Jorge Guillermo Cano

Columnista

Jorge Guillermo Cano

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