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La llamada que no recibí

Si alguien siempre ha estado al tanto de lo que sucede dentro y alrededor del ciclismo, ese es don Héctor Avendaño León. Desde hace muchos años...

Luis Alfonso Félix
Luis Alfonso Félix | Foto: Línea Directa

Si alguien siempre ha estado al tanto de lo que sucede dentro y alrededor del ciclismo, ese es don Héctor Avendaño León. Desde hace muchos años está sumergido en el deporte de la fibra y el pedal como directivo, estadista y padre de familia. Es una enciclopedia viviente y un empedernido coleccionista de resultados, fotografías y todo aquel material que sirva de consulta para las nuevas generaciones.

Esa fue una de tantas razones que lo llevaron a formar parte del nicho de los inmortales en el Salón de la Fama del Deporte Municipal en Culiacán, cuya elección, me atrevo a decir, se tardaron en aplicarla en el 2021.

Siempre servicial y dispuesto a tenderle la mano a quien lo necesitara, fue de mucha ayuda para un servidor durante los 34 años que estuve al frente de la sección deportiva de EL DEBATE, convirtiéndose en mi brazo derecho para sacar adelante aquellas clásicas ciclistas de aniversario de las cinco plazas que integran la cadena periodística, y ni qué decir de las Vueltas a Sinaloa.

A Don Héctor no había nada que se le escapara. Sabía hasta de los resfriados y lesiones que sufrían pedalistas de esas épocas y hasta la fecha.

Aún ya no perteneciendo un servidor a la plantilla de redacción de El Debate, don Héctor solía comunicarse conmigo para ponerme al tanto de todo lo que giraba alrededor de la familia ciclística. “Luis (me decía), para informarte que murió fulano”… “Luis, te informo que mangano sufrió un accidente”… Luis, perengano está muy enfermo”.

La mayoría de sus llamadas se relacionaban con una amarga y triste noticia. Pero este viernes, su teléfono no se tocó. Y es comprensible. No tenía la fuerza suficiente ni el ánimo de hablarme para decirme que su hijo Mauricio Arturo había muerto. Su celular simple y sencillamente enmudeció. Lo venció la tristeza y el dolor de haber perdido al mayor de sus hijos varones, a ese que desde niño le inculcó el amor por el ciclismo y que lo desempeñó con mucha pasión y amor a los colores universitarios.

No hubo esa llamada, y créame que lo entiendo don Héctor, porque ante una dolorosa pérdida como esa, uno siente que el mundo se le viene abajo, envolviéndose en un torbellino de recuerdos que ha dejado el ser querido, y más un hijo.

Conocí a Mauricio Arturo casi desde sus inicios en el ciclismo. ¿Cómo olvidar aquella generación junto a los hermanos Juan Jesús y Carlos Rubio, Enrique Aldapa, Alfredo Rojo, Renato Almada, Raúl Sánchez y compañía, que marcaron historia en las competencias locales, estatales y nacionales., etc..?

Me atrevo a decir que Mauricio ha sido uno de los ciclistas más completos que me tocó ver en mi larga vida como periodista y redactor de ciclismo, amén de su calidad humana y don de servicio. Me acompañó en aquel camino que recorrí como presidente de la Asociación de Ciclismo de Sinaloa, ocupando un cargo en la mesa directiva.

Sus deseos de superación lo llevaron a pedalear hacia otras latitudes. Fue director de la Escuela Superior de Educación Física de la UAS y alcanzó un grado de doctor en materia deportiva para continuar en las aulas ahora como maestro. Descanse en paz.

Entiendo don Héctor, que desde su teléfono esta vez no haya salido una llamada para mí. Pero en reciprocidad, le envío estas líneas impregnadas también de dolor ante irremediable pérdida, con el deseo de que esas heridas que le producen no una caída en bicicleta, sino la partida de su hijo, muy pronto puedan cicatrizar.

Fuente: Internet

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Columnista

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