Desde mi limitada experiencia, entrevistar políticos o políticas es un reto; no por la complejidad y los niveles de preparación que puedan tener los interlocutores. Al contrario, en la enorme mayoría de ocasiones, las personas que se dedican a la política tienen muy pocos conocimientos de temas apartados de la grilla o de los vaivenes de su pequeño mundo. El reto recae en hacerlos contestar lo que se les pregunta. Por ejemplo, uno plantea cuál es el día de la semana más difícil para los ciudadanos y casi todos te van a contestar que marzo o abril. Temen responder de manera directa por diferentes motivos, casi todos ellos tienen que ver con el alto costo de decir la verdad.
Desconozco en que momento, los analistas, medios o población en general comenzaron a justificar las evasivas de los políticos a preguntas directas. En más de una ocasión me he encontrado con colegas que justifican las evasivas de los entrevistados argumentando que eso es tener colmillo. Ensalzan al político marrullero que niega responder lanzando mil palabras huecas que nada tienen que ver con el tema. Aseguran que a eso se le llama experiencia y tablas. Para mí no es otra cosa que patrañas.
Los políticos y políticas (aquí si hay igualdad de género porque son iguales) que evaden responder son embaucadores profesionales. Tienen tan poca fe en sus creencias que hacen hasta lo imposible por esconderlas ante el temor de ser castigados por los votantes, sus partidos o jefes. El arte del engaño no debe de ser motivo de orgullo para nadie; menos, para los representantes del pueblo; sin embargo, así los han acostumbrado. Se admira al evasor y son un ejemplo de “políticos profesionales”.
Por azares del destino y sin proponérmelo, los caminos de la vida me llevaron a desarrollar una carrera dentro de los micrófonos radiofónicos. Para nada me considero un periodista. No estudié para eso. Tengo un profundo respeto para compañeros de trabajo que sí realizan esa labor de investigación aún a costa de su propia seguridad. Sin embargo, ante la oportunidad y confianza que me ha dado diferentes medios poco a poco he comprendido mejor la psique del político. Me gusta preguntar no como un admirador. Trato de realizar las entrevistas como un simple ciudadano que tiene de frente a sus autoridades. Un ciudadano que está enfadado que no contesten de manera frontal.
Seguro he llegado a ser incisivo hasta el extremo, algunos lo podrían considerar hasta agresivo; los entiendo, pero las preguntas se tienen que hacer sin buscar quedar bien con nadie. Debemos desmitificar el “modo de hacer política” como algo bueno. Nunca más un político o política que se niegue a responder de manera directa y tratar de esconder las respuestas debe de ser tomado como vara para medir el profesionalismo de esa actividad.
Un médico que no responde las preguntas directas de los pacientes y se esconde detrás de tecnicismos propios de su labor casi siempre lo hace para cuidar sus espaldas ante posibles riesgos o simplemente tratar de dulcificar las malas noticias. Los malos abogados que envuelven con el lenguaje jurisprudencial a sus clientes lo hacen para tener al cliente cautivo sin la posibilidad de tener claridad en el estado que sus juicios guardan para escudarse de sus fallos o simplemente para sacar más dinero. Los buenos médicos y abogados son directos; sin rodeos. Sea cual sea la circunstancia los grandes profesionales son claros y directos.
Desconozco si otros entrevistadores, medios o periodistas estén interesados en cambiar la cultura de la comunicación política. En lo personal estoy hastiado de los enredos y la falta de claridad. Los propios políticos están urgidos a cambiar la forma de expresarse. La credibilidad de esa actividad está por los suelos. Gran parte de eso se debe a la cultura del engaño. De hablar sin decir nada. De esconder sus respuestas por miedo a las consecuencias y asesinar la congruencia que esconden en los rincones de la semántica.
Cada oportunidad que tenga, le aseguro que preguntaré lo mismo tres, cuatro o las veces que sea necesario para que dejen de divagar. No se trata que me respondan lo que uno quiera. Se trata que contesten sobre el tema sin evadirse, cantinflear o simplemente ignorar el tópico.
Invito a usted, estimado lector, a no dejarse engatusar por los políticos. Exija una respuesta directa a sus preguntas. Usted seguramente tiene que ser directo en sus trabajos o en la vida cotidiana. En su familia y trabajo no hay manera que le permitan responder con evasivas sin asumir las consecuencias por la falta de claridad. Apliquemos la misma forma a los políticos. Si les preguntamos que día de la semana es no permitamos que nos contesten que “diciembre es el mejor mes del año, pero enero es una buena opción dependiendo de las circunstancias”.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Quiere seguir escuchando desvaríos o prefiere la confrontación directa?