Los caciques del balón en México tienen en mente resguardar por otros 20 años más, mínimo, su absurda decisión de cerrarle las puertas al ascenso y descenso, sin importarles que esta disciplina se está cayendo a pedazos por esa causa que prohíbe el desarrollo y flujo de jugadores a las mejores ligas del planeta.
Tenemos una Liga estacionaria y anodina que, como el cangrejo, camina en reculada. Para muestra, basta ver los resultados obtenidos en los dos primeros encuentros de la Copa América 2024, donde parcamente se le pudo ganar a Jamaica por la mínima y se perdió también por ese margen con Venezuela.
Los jilgueros televisivos ensalzaron la actuación del seleccionado nacional en esa derrota, matizando que efectivamente, se perdió, pero hubo mejoría (¡madre santísima!), y que si en su partido contra Ecuador el domingo tienen el mismo desempeño, no habrá dudas de que avanzan a la siguiente fase.
O sea ¿debemos regodearnos y echar la casa por la ventana, solo porque se jugó bonito, aunque se pierda? Un comentarista respondió poniendo en su lugar a Ricardo Antonio LaVolpe, quien señaló que le gustó la actuación del Tri, al responderle que se le había ganado a Venezuela, no a Brasil o a Argentina, como para reconocer que la derrota se justificaba con el cambio de actitud.
Perder con Venezuela -con todo respeto para ellos- solo desarropa más las penurias que tiene el futbol mexicano, que lejos de avanzar sigue siendo un cangrejo.
Otros piden la cabeza del técnico Jimmy Lozano como solución al problema de tan bochornosa derrota. Pero vea usted cómo cambian las cosas en tan solo un segundo o una jugada: mientras el tricolor avasallaba y avasallaba, encumbraron al entrenador por ese ritmo atropellado que le estampó el equipo, hasta olvidarse de que no era el entrenador propicio y de que por fin se le había encontrado la cuadratura al círculo.
Pero todo fue cuestión de que estuvieran abajo en el marcador para tachar de un plumazo todas las adulaciones, y de nuevo arremeter a rajatabla que la selección no merece estar en las manos de Lozano.
Ya con la derrota a cuestas, los comentaristas adquieren de nuevo el tema del ascenso y descenso, que a consecuencia de ello no existen jugadores con la capacidad suficiente para cambiar los resultados en competencias oficiales, y que vamos directo a una calamidad en la Copa del Mundo, de la cual seremos huéspedes de manera compartida en 2026.
La realidad es que el problema no está en haber investido y mantener a Lozano como adalid de este mal llamado proyecto. Tienen que darse cuenta de que el balompié mexicano no avanza por las razones arriba señaladas.
El ascenso y descenso produce competencia. Es cierto que tal vez no termine siendo la solución, pero al menos terminaría con la zona de confort de quienes se sienten sosegados y seguros en las convocatorias, cuando todos sabemos que muchos llegan más por intereses que por idoneidades.