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El spoiler de la vida

Vivimos tiempos en donde denostar, maldecir y culpar a los demás es la frontera. Las redes sociales se han encargado de analizar la vida. No podemos...

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Vivimos tiempos en donde denostar, maldecir y culpar a los demás es la frontera. Las redes sociales se han encargado de analizar la vida. No podemos pedir respeto en tiempos de Facebook.

“Malditos todos lo que han compartido spoilers, han destruido mi vida, me han convertido en ser desdichado”, escribió alguien con mano tesada, con un dolor inflamado en las vértebras, desde su cuenta de Facebook, el día siguiente de que el mundo se paralizó (o esa sensación tuvieron los fans) por la proyección de una película de superhéroes modernos.

Sus palabras, hicieron temblar la línea de quien vive detrás de un teléfono inteligente y la realidad cotidiana. Leí en silencio y dejando que un pequeño temor hiciera quedarme frente a la pantalla de la computadora. La duda me había inyectado su embrión.

Continúe por la página virtual tratando de entender el porqué. 10 minutos después el alud arrasó con la tranquilidad. La maldición creció, hasta contener en ella toda la rabia anónima de quien hurga en Internet para lograr una vida. Otros 10 minutos y miles de maldiciones más brotaron como ampollas de viruela en el cuerpo de la red, que rezaban la misma enfermedad, la misma imprecación sobre la velación anticipada de un suceso y que el presente le hado el nombre de spoiler; como el adelanto de algo que no queremos conocer por la vivencia de otros, si no de la propia experiencia. El spoiler, ese fragmento de la desdicha en tiempos modernos, se filtró en una página “traicionera” que hacía alusión al estreno mundial y a una secuencia de la película. Un villano acababa con un superhéroe o algo así; me da lo mismo.

Para su “infortunio” nadie imaginó que algo de veneno se había inyectado en un lugar del mundo virtual para romper la “tranquilidad” de los interesados; para hacerlos desatinar y que la dicha se convirtiera en una losa pesada: la bomba tan solo estalló; el pez comió el cebo sin imaginarlo y cayeron en la trampa, arrojados, pobres ellos, a las orillas de la playa para morir por la falta de aire que provoca un spoiler.

Surge entonces la incógnita: ¿Es esto verdad? ¿Utilizamos nuestro tiempo para maldecir sobre algo tan insignificante, como el que alguien, con el libre albedrío que otorgan las redes sociales, el internet mismo, cuente o adelante el  desarrollo de una película, una serie de televisión de paga o streaming? ¿En qué tiempos y espacios es justo hablar de lo que nos gusta, de lo que nos apasiona, de lo que necesitamos, sin pedir el más mínimo permiso a alguien? ¿No soy dueño de mi ordenador, de mi teclado y de mi propia cuenta en Facebook o Twitter? El odio trae forma de teclado. El inmenso agujero negro de la banalidad se hace grande. No hay forma, al parecer de detenerlo.

Por cierto no siga leyendo que esta columna contiene spoiler y tal vez no le agrade que le adelantemos la vida: mañana saldrá el sol; la luna se puede tomar a cucharadas; pronto habremos de morir.

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Fuente: Internet

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Eliud Velázquez Barba

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