La semana pasada el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, dijo a los morenistas de Jalisco que reclaman espacios de participación electoral, que “el que quiera un puesto, que se vaya al mercado”.
Esa burla es un grave insulto a los militantes, sea justa o no su pretensión. Muestra a un líder partidista banal y majadero, sin la sensibilidad para procesar las aspiraciones de sus compañeros de partido.
El desplante del dirigente nacional de ese partido expone con crudeza el desprecio de las elites partidistas por sus miembros, que son los que mueven las organizaciones, la baja estima en que tienen las exigencias de sus militantes y simpatizantes.
Esas posturas petulantes y altaneras, expresadas con el desenfado que otorga la arrogancia, son de muy mal gusto y más tarde que temprano se pagan.
Es cierto que como a todos los partidos, pero principalmente a aquellos que están antecedidos por una contundente victoria, como hoy es el caso de Morena, se les arriman oportunistas.
Pero no todos lo son, y nadie merece ese trato de parte de su dirigente nacional. Hay entre los que se acercan exigiendo espacios auténticos militantes que han entregado tiempo, esfuerzo y hasta su poco dinero al proyecto morenista.
Hay externos que han abrazado con genuina creencia los principios de Morena y lo que hoy piden es solo una oportunidad, porque así lo ofrece el partido en su convocatoria. Si no se les da, que no se les ofenda desde las cúpulas por pedirla.
Lamentablemente el proceso interno de Morena se ha extendido y llevado al límite, lo que mantiene la efervescencia y expone más a muchos militantes a los insultos de sus dirigentes.
Ojalá reciban un trato respetuoso y digno. Es lo que merecen, y no las ofensas que reciben de su líder.