Nunca supe por qué el apodo de “Campeón”. Lo conocí a principios de la década de los 70 cuando él trabajaba como chofer en la ruta de camiones urbanos “Lomita” y con el paso del tiempo entablamos una gran amistad en la que unió el ciclismo; él practicándolo y un servidor haciendo crónicas de las competencias dominicales.
Pero haya sido como haya sido, el apodo le quedó a la perfección, porque fue un extraordinario hombre, deportista, padre de familia y personaje que escribió su nombre con letras doradas en el deporte de la fibra y el pedal.
La noche del martes, Juan Antonio López, el “Campeón”, abandonó este mundo para pasar a mejor vida. El veterano ciclista que a sus más de 70 años continuaba activo, convirtiéndose en un ejemplo para las nuevas generaciones, dejó de existir, cubriendo de luto de nuevo al ciclismo que no cicatrizaba todavía sus heridas ante la pérdida de otro corredor, Mauricio Arturo Avendaño, exactamente un mes después.
López defendió orgullosamente los colores de varios clubes en la capital sinaloense, entre ellos el del CC Culiacán, Sprint y Meta, y el de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
El “Campeón” representó en muchas ocasiones a nuestro estado. Cuando abandonó la categoría de primera fuerza e incursionó en veteranos se le vio más activo. Recuerdo que luchó para que a los pedalistas mayores de 30 años se les otorgaran premios en condiciones idénticas a las de otras categorías, y fue recurrente la solicitud de patrocinios para asistir a competencias nacionales ante la falta de apoyo de las autoridades deportivas municipales y estatales.
Tuve el placer de ser uno de sus mejores amigos desde que algunas veces me subía a su camión en calidad de “garbanzo”, aprovechando el raite para visitar a la novia. También fue un elemento importante, junto con don Héctor Avendaño, en el grupo operativo de aquellas Vueltas a Sinaloa.
Juan Antonio era un hombre pintoresco, siempre con la broma a flor de labio y realizaba algunas ocurrencias en plenas competencias, como aquella vez en una clásica doble Culiacán-Cosalá-Culiacán, cuando (en el retorno) quedó rezagado en plena montaña. Al vernos llegar a su lado, me pidió que le diéramos un raite, que abandonaría la carrera.
Subió su jaca de acero a la camioneta y se sentó a un lado de ella. Unos kilómetros más adelante, al ver al grupo, quiso que lo bajáramos para meterse de manera ilegal a la caravana. ¿Y qué creen? Llegó a Culiacán peleando en un sprint los primeros sitios. Ningún juez levantó reporte alguno de su abandono como tampoco de su incorporación.
Historias como esas escribió muchas. Descanse en paz.
