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¿Debemos creer en la Guacamaya?

La acción del grupo Guacamaya no es la primera filtración masiva de información clasificada en el mundo, ya antes estuvieron los WikiLeaks (2010) exponiendo públicamente archivos...

Jesús Rojas Rivera
Jesús Rojas Rivera | Jesús Rojas Analista y columnista Línea Directa

La acción del grupo Guacamaya no es la primera filtración masiva de información clasificada en el mundo, ya antes estuvieron los WikiLeaks (2010) exponiendo públicamente archivos militares y diplomáticos en Estados Unidos, así como información sensible para diversos países. Le anteceden también los Panamá y Paradise papers (2016 y 2017) con la publicación de miles de documentos que implicaban redes de corrupción mundial para lavado de dinero y la evasión fiscal en países de los cinco continentes, información obtenida de filtraciones y divulgada con la participación de mas de 400 periodistas et orbi. O los Pandora papers (2021) documentos filtrados que involucran a personajes famosos -políticos de todo tipo, futbolistas, cantantes, actrices, empresarios y hasta benefactores sociales- en mecanismos de evasión fiscal mediante empresas “offshore”.

Es indiscutible el valor noticioso de las filtraciones, con 6 terabytes de información -equivalentes a más de 35 millones de páginas de documentos en PDF o word- se pueden llenar las portadas de los principales diarios del país por varios años, exhibiendo día a día las “novedades” reveladas por los cyberactivistas o hackers. Pero valdría la pena hacerse algunas oportunas preguntas.

¿Debemos creer todo lo publicado? ¿debe existir algún filtro en la información difundida? ¿vamos a dar por bueno todo lo que venga de la fuente anónima e ilegal? ¿qué tipo de responsabilidad hay en cuestión de seguridad nacional? ¿Puede le fuente manipular información de origen? ¿Puede la información recabada tener errores o vicios dolosos? ¿Cuál es el verdadero interés detrás el evidente?

La información está ahí, según dicen los que se han sumergido en la mina de datos, hay más archivos del presente y del pasado -mas o menos de 10 años- que puedes encontrar de todo, desde asuntos sin importancia como el problema entre militares por unos calcetines, hasta el estado de fuerza que guardan los puntos estratégicos para la seguridad nacional.

El valor público de la información la determinará exclusivamente el medio de comunicación, las y los periodista o editoriales que guste publicar las filtraciones sin la menor restricción, ni censura más allá de sus propios códigos de ética o la apreciación subjetivo del valor de la nota. El 4 de septiembre de 2011 el periódico El País de España publicaría lo siguiente en su editorial: “El error de Wikileaks no consiste en haber renunciado a servir de fuente de los principales diarios y semanarios del mundo: The Guardia, The New York Times, Der Spiegel, Le Monde y El País; consiste en haber abandonado luego la deontología por la que se rige el periodismo con el que están comprometidos esos medios”. Cito la oportuna cabeza de la editorial: “Al ofrecer íntegros los cables, la organización puede ser un peligro para los derechos humanos”.

¿Cuál es el compromiso deontológico de los medios en México? ¿Y qué pasa si con la información obtenida de filtraciones alguna organización criminal decide atentar contra un aeropuerto o instalación estratégica? ¿Y si la información violenta los principios de presunción de inocencia? ¿Si eres inocente y la guacamaya te señala como culpable? ¿Si la pretensión desconocida -posiblemente- camina en contrasentido de la estabilidad democrática de un país como pasó en Zimbabue?

La internacionalista, Daniela Zacarias López presentó en 2012 su tesis “Wikileaks y los efectos de la divulgación de información confidencial: análisis de las filtraciones de Estados Unidos” y tomo de ella una reflexión bastante oportuna y aplicable en los tiempos de las Guacamayas. “Ante sus detractores, las filtraciones ofrecen solo una mínima ganancia para el conocimiento público, mientras que representan un riesgo significativo para el Estado, la diplomacia y la seguridad nacional”, citando a Beinart en 2010.

Sea usted creyente o no creyente de los dichos de las Guacamayas, se fie o no de las filtraciones, le gusten o le disgusten sus cantos, yo le recomiendo la elemental prudencia que debemos tener respecto a lo que por ahí leemos, incluyendo por supuesto esta modesta columna. Bauman, el filosofo de la modernidad líquida ya nos habló de la tecnología y la relación con nuestros criterios de verdad, de nuestra precariedad intelectual colectiva y la incertidumbre constante en la que vivimos.

Dicho lo anterior con mucho cariño para Yessenia, la única guacamaya en la que creo a ojos cerrados, ave pícara y bailarina que es la alegría emplumada en casa de mi abuela en Escuinapa. Luego le seguimos…

 

Fuente: Internet

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Jesús Rojas Rivera

Columnista

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