Culiacán, Sinaloa, 28 de diciembre 2021. Si el centro de la ciudad de Culiacán puede ser (es) un caos, en varios sentidos, lo que pasa en las colonias periféricas, las condiciones en que sobreviven sus habitantes, suele pasar inadvertido, marginado en realidad.
Una primera y general evidencia por esos rumbos, es el olvido de facto por parte de las autoridades, aunque en la forma se hagan declaraciones vacías.
Las quejas y demandas de los vecinos de la periferia son de suyo recurrente: no se cuenta con los servicios públicos indispensables en la medida requerida, los reportes no se atienden, la eficiencia necesaria no corresponde a los propósitos declarativos y la lista es interminable.
Pero la mayor preocupación, sustentada en la experiencia cotidiana, tiene que ver con los graves índices de delincuencia que se padecen, con la inseguridad rampante de la ciudadanía, la falta de vigilancia policíaca y la carencia de estrategias oficiales que salgan al paso de la problemática.
En las colonias, sin exagerar, no se denuncia casi el 100 por ciento de los ilícitos.
EN LAS MULAS DE MI COMPADRE
Desde luego, hay niveles y matices en la exposición de las demandas y el impacto de las carencias pero el común denominador es innegable. El Ayuntamiento de Culiacán, hasta ahora y por las razones que sean, no ha podido cumplir las promesas de campaña y, es claro, no todas las culpas pueden situarse en gestiones anteriores.
Agréguese que las casetas policíacas tiempo ha que dejaron de operar en su gran mayoría; que el patrullaje es a todas luces insuficiente, que los delincuentes actúan con niveles alarmantes de impunidad, que faltan infraestructura y equipo y, entonces, el panorama es sencillamente insostenible.
Desde hace varios trienios, los alcaldes se escudan en las fallas del anterior. Que se critique y se finquen culpas, pero en las mulas de mi compadre, piensan.
DETERIORO SOCIAL EN ASCENSO
Ahora bien, a nivel nacional, lamentablemente, el problema de la inseguridad se ha agudizado de tal forma que amenaza con salirse del control (si es que alguna vez lo tuvo) de las instancias oficiales. Eufemismos aparte, el hecho es que la situación se puede tornar insostenible.
Es evidente que en grandes áreas del país, donde destacan los estados de Guerrero, Veracruz, Tamaulipas, Chiapas, Tabasco, Sonora y Sinaloa, la delincuencia organizada rebasa con mucho (en armamento, infraestructura y equipo de comunicación) a las corporaciones policíacas, impotentes para enfrentarla.
Son muchos los espacios (en Sinaloa, casi todos los colindantes con la sierra de Durango y Chihuahua) prácticamente intocados por la vigilancia policíaca. La impunidad es rampante y no hay caso en ocultarlo. Solamente el ejército, se dice, está en condiciones de penetrar con seguridad a esos lugares.
Lo peor del caso es que la ciudadanía tiende a aceptar esta penosa situación como un “mal insalvable” y ello conduce al inmovilismo, la apatía y la indecisión. Así, la necesaria actoría social se aleja irremisiblemente. A ver hasta cuándo.
EN EL TINTERO
-Para evitar desaguisados (que les dejen de pagar lo que cuantiosamente cobran por sus “servicios”) las llamadas “calificadoras” (Moody’s, Fitch, Standard) meten reversa y empiezan a recalificar a México de manera positiva. Son cuentos y lo que procede, insisto, es mandarlas a volar.
-Desde luego, si el pago se complica, regresarán las “malas calificaciones”.
-¿Por qué a funcionarios, en general, y diputados de tenderete les vale madre la crítica popular? Porque saben que su posición no se la deben al pueblo sino a sus padrinos del poder.
-Este escribiente tiene años publicando, en este medio, y también en algunos de los llamados “nacionales” (de la CDMX, pues) que sin solución alguna (todos se hacen de la vista gorda) continúa la violación a la Constitución por parte del gobierno en los llamados “retenes”, mismos que propician la criminalidad en lugar de combatirla efectivamente. Al respecto, sólo la desvergüenza oficial. ([email protected]).
