Confirmó la Federación Mexicana de Futbol la salida de Javier Lozano como técnico de la selección nacional. A nadie nos sorprende esa remoción después del bochornoso papel realizado en la Copa América ganada por los argentinos con Lionel Messi a la cabeza.
El barco ha quedado sin capitán y navega a la deriva, pero será por muy poco tiempo. Tal vez para cuando usted lea ésta entrega ya el nombre de Javier Aguirre haya sido destapado como el sucesor, y que tanto sonó desde la catástrofe en Estados Unidos con todo y que escuchamos al clásico discurso de que Lozano contaba con el apoyo para su continuación como forma de respaldar el proceso.
Lozano decidió salir por la puerta de enfrente y con el orgullo en alto, al no permitir la humillación de dejarlo como el brazo derecho o principal asesor del nuevo entrenador. Hizo bien el ahora ex técnico, cuyo mejor papel al frente de la selección fue ganar la Copa Oro, un torneo más devaluado que el peso mexicano ante el dólar estadounidense.
Con su destitución, la FMF solo buscó frenar el tsunami de críticas en contra de su gallina de los huevos de oro, descargando sobre Jaime toda la responsabilidad por los resultados en la Copa América, omitiendo que los verdaderos culpables de este nuevo fracaso no son los que visten camiseta y short, sino de aquellos que cómodamente trabajan atrás de un escritorio esperando que suene la caja registradora.
¿Hasta cuándo entenderán que mientras no modifiquen muchas cosas tan absurdas como el no descenso y reducir el número de extranjeros, seguiremos consumiendo y teniendo un futbol mediocre?
Lozano hizo lo que pudo con la lista de jugadores que le fue entregada, porque ni en eso le dejaron elegir por cuenta propia. Pero también hay que reconocer, que tampoco tenemos –porque no desarrollamos- los talentos suficientes que se requieren para competencias que demanda ese nivel de certamen, precisamente porque los sistemas de competencias y las reglas que manejan al balompié azteca no se lo permiten.
De ser Aguirre el elegido, con todo y que aseguró que no le interesaba un tercer período con la selección, el trabajo que se haga de aquí al Mundial no será suficiente. El tiempo apremia y la materia prima no emerge con las condiciones que amerita el Mundial del 2026.
Javier tendrá que jugársela con lo que existe y le pongan en la mesa. Tampoco creo que, aún y cuando ha madurado como entrenador por su estancia en España, traiga consigo una varita mágica para transformar al plantel que le ofrezcan para que sean capaces de encarar y vencer a selecciones como Brasil, Argentina y Colombia, amén de algunos europeos.
¿Pero qué importa todo esto cuando el negocio de directivos y dueños de clubes no está en los resultados, sino en las utilidades que arroja ser anfitriones de esta gran fiesta de un Mundial?