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¿A quiénes les puede molestar el llamado a la paz?

Desde hace unas semanas, columnistas, analistas y editorialistas han escrito sobre los “Diálogos por la Paz”, un movimiento diverso y plural formado por mexicanos que tiene...

Jesús Rojas Rivera
Jesús Rojas Rivera | Jesús Rojas Analista y columnista Línea Directa

Desde hace unas semanas, columnistas, analistas y editorialistas han escrito sobre los “Diálogos por la Paz”, un movimiento diverso y plural formado por mexicanos que tiene como objetivo restablecer las condiciones fundamentales para la paz en nuestro país.

Desde la Iglesia católica, pero no limitante en ella, muchos mexicanos han encontrado espacios para dialogar sobre la paz positiva. En año y medio más de 20 mil mexicanos han encontrado eco en mil 600 espacios para las conversaciones sobre la paz. Se trata de construir desde la opinión ciudadana con el apoyo de expertos una agenda nacional de paz.

Escuelas, universidades, organizaciones de la sociedad civil, gobiernos locales y organismos empresariales han abierto espacios para el intercambio de ideas a través de los conversatorios que constituyen una nutrida plataforma de ideas. ¿Cuál es la paz que anhelamos?, ¿Qué causa la violencia?, ¿Qué estamos dispuestos a hacer para la construcción de la paz en nuestros entornos?, ¿La paz es un anhelo nacional o una aspiración individual?

Estos interesantes temas abordan a la familia como la primera institución que debe dar la batalla contra todo tipo de violencia. Familias que repudien la violencia generan comunidades de paz. Comunidades o barrios en paz crean ciudades más pacíficas, ciudades con mayores índices de paz convierten estados o regiones con menos incidencia delictiva, mayor productividad y mejores índices de desarrollo humano.

La reconstrucción de tejido social no es un asunto exclusivamente de los gobiernos, en esta materia mucha tarea tenemos los ciudadanos. Lo mismo cuando se habla del sistema de justicia, que va más allá de la aplicación de la Ley en la prevalencia del Estado de Derecho. Si el respeto a la Ley se tiene como principio rector en personas e instituciones, la sanción y la coerción será el menor de los asuntos.

Lo interesante en todo esto son las posturas encontradas que se generan en las voces en la opinión pública. Para algunos opinadores la iglesia regresa a su papel injerencista, al buscar incidir en pleno proceso electoral, poniendo “limón” a la profunda herida que nos deja la violencia, la criminalidad, los homicidios, las desapariciones forzadas, la corrupción y la impunidad.

Por el contrario, habrá quienes respaldemos ampliamente estos espacios de diálogo, reflexión y propuesta, porque consideramos que este es también un camino de la democracia participativa. Porque es deber de cada ciudadano preocupado por su comunidad participar en la discusión de temas comunes, que son además necesidades sentidas por la mayoría de los mexicanos, según las encuestas nacionales.

Mienten quienes aseguran que la iglesia o las iglesias están llamando a los ciudadanos o feligreses a votar por candidatos o partidos políticos. Mal informan los que aseguran que es interés del clero, imponer en sus comunidades una directriz única para la expresión del sufragio.

Los liderazgos políticos, económicos, académicos, de opinión y religiosos, tienen en común el aprecio de la comunidad sobre la congruencia de sus dichos y actos. Por ello, los líderes de cualquier institución solo generarán simpatía, arraigo y arrastre con aquellos que se ganen la credibilidad y el respeto. ¿Qué clase de demócrata es aquel que solo quiere dialogar con quienes piensan lo mismo? Luego le seguimos…

Fuente: Internet

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Jesús Rojas Rivera

Columnista

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