Este jueves se realizará el debate oficial entre los candidatos a la gubernatura de Sinaloa, que les puede servir para exponer las razones para buscar esa posición y esbozar algo de lo que proponen, y además de pasadita descalificarse unos a otros.
Sirve también para medir el temple de los participantes y su capacidad de reacción en circunstancias de exigencia.
Eso es bueno porque puede ayudar para que los ciudadanos tomemos decisiones con mayor información, pero no es suficiente. Este tipo de ejercicios democráticos tienen mucho que mejorar.
No se puede esperar que tras el debate de inmediato y en automático se modifiquen las simpatías electorales que han mostrado recientes encuestas serias.
Sí puede tener un impacto relativamente importante en el segmento de los potenciales votantes indecisos, pero quienes han hecho un compromiso emocional con un candidato, es difícil que cambien. Las descalificaciones entre los aspirantes o sus simpatizantes en esa porción del electorado no funcionan.
En realidad, así la participación del candidato de su preferencia haya sido la más desastrosa, la gran mayoría de los ciudadanos en esa situación, y hablo de los afines y hasta de los fanáticos de todos los aspirantes, eso no va a hacer que cambien la intención de su voto.
Y es que una amplia mayoría de los votantes toma la decisión más por cuestiones emocionales, de instinto y hasta de estados de ánimo, que tras un análisis racional de las ofertas que se le presentan. Así ha sido y tampoco debemos espantarnos de ello, sino aportar lo correspondiente como ciudadanos para que el sufragio sea cada vez más consecuencia de un sensato razonamiento.
Veamos debates, escuchemos discursos y analicemos con seriedad todas las ofertas electorales.
