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Dormir es tu derecho (aunque el vecino piense lo contrario)

Miro mi celular y son las 2:30 de la madrugada. No sé si me ha despertado alguna de las canciones de Bad Bunny, Grupo Firme o...

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Miro mi celular y son las 2:30 de la madrugada. No sé si me ha despertado alguna de las canciones de Bad Bunny, Grupo Firme o el mariachi que llegó en una de las 3 fiestas que hay en mi calle, y que están desde las 11:00 pm a todo volumen, pareciera que hay competencia. 

En Sinaloa tenemos la fama de ser alegres, fiesteros, broncos y sinceros. Nos ponen El Sinaloense y nos sale la emoción, el orgullo, y queremos subirle todo el volumen donde sea que nos encontremos, pero ¿qué pasa si estamos en un departamento o casa en cualquier ciudad de Estados Unidos o en la Ciudad de México? Estoy un 99% segura que mínimo llegará un vecino a pedirnos que bajemos el volumen o, en su caso, si las molestias son muy fuertes, llegará la policía y pedirá que disminuya el volumen. En caso de no acatar la ley o repetirse el percance, será detenido y llevado ante un juez (un juez cívico en caso de ser la CDMX) y pagarás una multa. 

¿Pero pasa lo mismo en nuestro Culiacán?   ¿Qué pasa si tienes, no sé diga solamente, vecinos fiesteros, sino ruidosos en general? ¿Tienes la confianza de pedirle que baje el volumen ya sea en persona o en el grupo de WhatsApp de vecinos? Sí lo haces, ¿le bajan al ruido? Sí no lo hacen, ¿llamas al 911 y a las cuántas veces atienden tu queja y acuden para restablecer el orden? ¿Realmente lo restablecen? ¿Pero bueno, realmente van?

Aquí, querido lector, quiero poner dos puntos para su análisis sobre nuestra ciudad, nosotros sus ciudadanos y nuestras autoridades simplemente con este problema usual:

  1. El miedo que existe en nosotros los ciudadanos (y también en las autoridades) para hacer valer y proteger nuestros derechos y así evitar problemas con nuestros vecinos; vecinos que, al ser una ciudad donde la narcocultura prevalece, no sabemos a ciencia cierta cuáles sean sus actividades y reacciones ante una petición básica: el respeto a la tranquilidad en nuestros propios hogares. Nunca falta el que se sienta empoderado ya sea por cuestión económica, por el acceso al uso de la fuerza o porque tiene las amistades con ello (o cree y presume de tenerlas).
  2. La necesidad urgente de fortalecer nuestra cultura cívica y de la legalidad, que favorezca la convivencia armónica entre nosotros y el respeto y cumplimiento de la ley, por parte de los ciudadanos y nuestras autoridades. 

¿Cómo podríamos mejorar esta convivencia y desaparecer el temor de solucionar de manera pacífica y sin controversias este tipo de problemáticas? Pongo en la mesa de los congresistas de la actual Legislatura, la mejora de la Ley de Fomento de Valores, Formación Cívica y Cultura de la Legalidad del Estado de Sinaloa, la cual evolucione a una Ley de Cultura Cívica y de la Legalidad de Sinaloa, en la que se establezcan reglas mínimas de comportamiento cívico y se determinen acciones para su cumplimiento; en donde se dé y priorice la promoción de la cultura de la legalidad, la difusión del orden normativo de nuestro estado, además del conocimiento de los derechos y obligaciones de nosotros como ciudadanos y funcionarios públicos; ir más allá de los Bandos de Policía y Gobierno de los Municipios.

Necesitamos leyes más efectivas que regulen nuestra convivencia, pero que no queden nada más escritas en papel. Necesitamos ciudadanos más conscientes y empoderados de sus derechos y autoridades capacitadas y preparadas para atender el llamado de la ciudadanía. 

Sé que el cambio de mentalidad de muchos de nosotros en nuestra ciudad no será de la noche a la mañana, pero tengo la seguridad de que dejando los pasos bien cimentados y esparciendo la cultura cívica y de la legalidad en los más pequeños, desde ya, acompañada de una serie de políticas y programas sociales, económicos y culturales entre los jóvenes, existe la oportunidad de poder algún día pedirle a nuestros vecinos que, por favor, bajen el volumen a su fiesta, y podamos descansar e iniciar un nuevo día de trabajo sin cansancio o estrés. 

Son las 5:30 de la mañana y por fin, una de la fiestas de nuestros vecinos ha llegado a su fin. Esperaba que la empatía y el sentido común de alguno de ellos hacia su comunidad prevaleciera, pero me equivoqué. Mi alarma suena para iniciar un nuevo día de trabajo. 

Fuente: Internet

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