Culiacán, Sin.- Un grupo de jugadores de fútbol jamás pensó que lo que inició como un encuentro deportivo se convertiría de pronto en la peor experiencia de sus vidas.
“Carlos” junto con sus amigos se encontraba a punto de iniciar el partido de fútbol cuando el silbatazo inicial se detuvo. El motivo: el estruendo de las detonaciones de arma de fuego que comenzaron a escucharse a escasos 150 metros de donde se encontraban y que se dirigían al comandante “Niquel”.
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“Anoche estuvo muy feo, estábamos en un campo deportivo cuando en un lapso de 15 minutos escuchamos de esos balazos chicos y después unas armas muy grandes, parecía una guerra ahí donde estábamos”, narra.
En entrevista concedida a Línea Directa, aun asombrado por el recuerdo de lo que, consideró, pudo ser el último día de su vida, comentó que de pasar a escuchar las detonaciones, posteriormente sintieron cómo las balas pasaban por un lado de sus cuerpos y por sus cabezas, obligándolos a tirarse al suelo y buscar en dónde protegerse.
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“Nosotros estábamos en el campo cuando escuchamos como las balas pasaban por encima de nosotros; optamos por correr, dejar las pelotas que teníamos ahí, corrimos a una camioneta en donde éramos como 15 jugadores y no supimos nada, más que escuchábamos los balazos, parecía que estaban tirando con armas de 50 (calibre), se escuchaban muy fuerte”, abundó.
El testigo de los hechos registrados en El Ranchito, Culiacán, indicó que durante los 15 eternos minutos que esperaron a que “la cosa se calmara”, rogaban una oportunidad para poder buscar un mejor punto de protección; sin embargo, cuando creían que todo había terminado, la refriega volvía con más fuerza.
“En un ratito se calmó, como unos segundos y volvieron, en eso pasaron carros bien recio hacia dentro de la colonia y volvieron a seguir tirando unos 15 minutos que para nosotros fueron horas, sólo los zumbidos pasaban y después nos percatamos que era un atentado contra un comandante…”
“Las balas hicieron temblar, retumbaban en las laminas de las casas, el zumbido, el tronido, queríamos que ya terminara todo, y cuando pensábamos que ya no, volvían, eran armas chicas, y los que ser escuchaban fuerte, eran 50, yo les decía es 50, es 50, y nos pasaban por encima de la cabeza…”
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Comentó que durante esos momentos de terror, cuando proteger su vida era la prioridad, sus hijos, su esposa, su familia y compañeros eran su principal preocupación.
“Por mi mente pasaba más que nada uno que soy promotor deportivo, me interesaban los plebes que estaban jugando, que se tiraran al piso, muchos lo toman a juego pero al ver que zumbaban las balas arriba de la cancha y lo que dije fue tírense a la camioneta, quítense, al piso, corran a la casa, la que vimos que estaba abierta, se me vinieron mis hijos, y en ese momento pensé que pudieron estar jugando en la calle, pero pude recuperar mi teléfono (se le había caído mientras se protegía) le llamé a mi esposa y llorando”.
Los minutos posteriores, ya cuando las balas cesaron para dar paso al ulular de las sirenas de las patrullas y ambulancias, lo que apremiaba era comunicarse con sus familiares, confirmar que sus compañeros estuvieran bien y confirmar que nadie hubiera salido herido, en lo que calificó como “una guerra”.
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“Nos llamaron, los papás, esposas, hijos, nosotros nos escondimos a la fuerza en una casa, nos zumbaban las balas por la cabeza, uno con miedo, con mucho miedo, anoche parecía que se estaba declarando una guerra, fue una cosa de terror, hasta hoy me quedo callado y escucho las detonaciones tan fuertes, fue mucho miedo lo que pasamos”, externó.
“La balacera duro alrededor de unos 15 minutos, pero para mí es como si hubiera sido una hora y media, dos horas, yo quería que se calmara, yo esperaba una bala que pegara en la camioneta, o que alguno de los muchachos estuviera herido, unos se escondieron en un tubo (de drenaje), yo corrí a la camioneta, otros en una casa….”
A 24 horas del hecho, pero aun con el sonido de las balas en su mente, Carlos agradece a Dios que nada les hubiera pasado en un hecho en el que fácilmente una bala perdida pudo haber afectado a cualquiera.
“Para mí no eran cuernos, era algo mas grande y gracias a Dios estamos bien, y que nadie más salió lastimado fuera de los hechos; gracias a Dios que estamos bien, y que el comandante pues se esté recuperando y que no hubo balas perdidas, los niños que estaban jugando, ni nosotros, nunca en mi vida me había pasado esto a mí, y espero que jamás vuelva a pasar”, concluyó.