Guamúchil, Sinaloa. Mientras la ciudad despierta y los taxis van y vienen con el bullicio del día, hay uno que destaca, no por su color, sino por quien lo conduce. Carolina Ureta Gutiérrez, con el volante bien firme entre las manos, es la única mujer taxista de Guamúchil, un título que lleva con orgullo desde hace más de cinco años.
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Su historia comenzó el 17 de agosto de 2018, cuando la curiosidad la llevó a probar un día en el taxi de un compadre. Lo que inició como una simple experiencia terminó convirtiéndose en su pasión y su modo de vida.
“Trabajaba en una oficina, pero cuando probé el taxi, me gustó tanto que renuncié. Dos días después ya estaba manejando mi primer carro”, recuerda.
El camino no ha sido fácil
Más allá de los baches y el tráfico, el mayor reto de Carolina ha sido equilibrar su trabajo con su rol de madre.
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“Lo más difícil ha sido combinar el trabajo con la casa. A veces pasaba todo el día en el taxi y no veía a mis hijos”, confiesa.
Con cuatro hijos, la menor de 13 y la mayor de 25 años, ha aprendido a organizarse para cumplir en ambas facetas.
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Ser mujer en un oficio dominado por hombres también ha traído sus desafíos, pero asegura que, salvo una que otra falta de respeto, nunca ha pasado por una situación que la haga sentir en peligro.
“Trabajé de noche durante dos años, entraba a las 5:00 de la tarde y salía a las 3:00 o 4:00 de la mañana, a veces hasta amanecía. Se trabaja bien a gusto de noche, sin tráfico ni tanto movimiento”, asegura.
Rompiendo barreras
A pesar de ser la única taxista en la ciudad, su presencia ha despertado el interés de otras mujeres.
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“Me han preguntado cómo es trabajar aquí, pero no se animan. No sé qué pasa. Muchas pelean por equidad en política, pero en trabajos como este no se atreven a entrar. Yo digo que sí podemos con esto y más”, afirma con determinación.
En el marco del Día Internacional de la Mujer, Carolina envía un mensaje claro a todas:
“Somos fuertes y seguimos luchando por lo que queremos. Hay que seguir adelante”.
Mientras tanto, ella seguirá recorriendo las calles de Guamúchil, demostrando que el volante no tiene género y que en cada esquina hay una nueva historia por contar.