Guasave, Sin.- “Ahí llegaron”, decía y entonces sobrevenía el llanto. -“No mija, no son ellos”, le corregía la familia, calmando su dolor de madre a los escasos 22 años.
Mary no sabe cuál es su edad, voltea la cara en señal de duda cuando se le pregunta cuántos años tiene, a los 18 se convirtió en madre, por su condición mental iba y venía en el pueblo hasta que salió embarazada, del padre nadie dice nada, solo saben que es de un poblado cercano, pero jamás se hizo cargo ni de ella ni de su hija.
Cuando la gente llega a la casa para acompañarlos en los funerales de Romina Abigail, su pequeñita de 4 años que falleció en el interior de un carro, Mary atenta se levanta toma dos sillas y las brinda a las visitas, pareciera que no sabe dónde está ni lo que ocurre, pero no es así, luego cuando se acercan los allegados suelta el llanto con la pena de haberse quedado sin su hija.
Era su madre quien se hacía cargo de la pequeña Romina, de andarla buscando a diario y de procurar su bienestar con lo que ganaba trabajando en casa; a ambas las esperaba Mary, este jueves después del mediodía, entraba y salía de la vivienda desesperada por ver a su retoño, al que quizá no pidió pero que Dios y la vida le mandaron para disfrutar durante cuatro años.
“A dónde iba se quería subir, le gustaba subirse mucho a los carros, para allá y para allá, se subía mucho a los carros para allá y para allá, el (volante, decía a señas), sí le gustaban mucho, (sollozos)”
-“apenas Dios sabe”, le expresaba la tía.
La joven madre buscó consuelo en los extraños y se sumió en un cálido abrazo para el que no pidió permiso, solo lo tomó porque lo necesitaba, denotando la inocencia de una mujer a la que la maldad no la ha desvirtuado su humanidad.
Romina no iba al kínder, refiere, pese a sus 4 años de edad no cursó el segundo grado de preescolar, las condiciones le fueron adversas.
Un pantalón de mezclilla, una blusa floreada en colores neutros, en su esbelta figura, le fueron el atuendo perfecto para esperar a su hija, en el inter ofreció agua de cebada a los asistentes. A Mary el regazo le ha quedado vacío, hoy es “huérfana” de hija, ese dolor para el que no hay término ni dimensión.