Culiacán, Sin.- Una vez más, el sonido de la tambora y el fervor colmaron el ambiente en la capilla de Jesús Malverde. Han transcurrido 115 años desde la muerte del bandido generoso, y cada día la devoción por sus presuntos milagros crece más.
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Con gratitud, un hombre de sombrero pronuncia: “Gracias, viejón“, mientras toca con fe la frente del santo no canonizado. Dentro de la capilla, el aroma de las flores, los aceites y fragancias se mezcla con el de las veladoras encendidas. Todos desean expresar su agradecimiento al santo.
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Cerca del busto de Malverde se encuentran varios arreglos florales, fotografías, billetes de diferentes países y placas con inscripciones que testimonian los supuestos milagros.
Fuera de la capilla, el estruendo de la banda musical inunda el ambiente. Personas provenientes de Guerrero, Chiapas, Ciudad de México y de distintas partes del mundo se congregan en este lugar que para muchos es sagrado.
Algunos viajeros llegan desde tierras lejanas, habiendo esperado todo el año este momento especial. Incluso, hay quienes no dudan en llevar a sus hijos, y no falta quien decida llevar consigo a su fiel mascota.
“¡Ya van a sacar el busto!”, resuena un grito que alerta a todos, marcando el inicio de un ritual practicado cada celebración, solo interrumpido en 2020 debido a la pandemia.
Las figuras de Malverde son montadas en un vehículo, algunas llevan varias cadenas de oro con una imagen de Jesucristo. La gente se emociona, se acerca, lo trata como si fuera una persona más en medio de un festejo; lo bañan con vino, cerveza y hasta le comparten el humo del tabaco. Es un bacanal de emociones mientras la gente choca entre sí con tal de acercarse “al viejón”, como ellos le apodan.
Le dicen el “santo de los narcos”, pero en el siglo 19, la noción moderna de “narcotráfico”, tal como la conocemos hoy en día, con organizaciones criminales estructuradas y la distribución masiva de drogas ilegales, no existía. En ese período, las actividades delictivas estaban más relacionadas con el bandolerismo, el contrabando y otras formas de actividad ilegal, no necesariamente centradas en el tráfico de drogas como lo conocemos hoy en día. Según expertos, eso del santo de los narcos es parte de una construcción cultural contemporánea que tiene que ver más con las series de televisión modernas y leyendas urbanas.
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A medida que la caravana avanza por la calle Independencia, la capilla se va quedando cada vez más vacía. En la distancia, los tambores de la banda aún retumban, pero dentro del lugar, las estrofas del corrido de Los Cadetes de Linares llenan el espacio:
“Voy a pagar una manda
Al que me hizo un gran favor
Al santo que a mí me ayuda
Yo le rezo con fervor
Y lo traigo en mi cartera
Con aprecio y devoción.”
Estas palabras resuenan en la capilla, entonadas por un grupo de músicos locales. La ausencia de personas es solo temporal, en cuestión de minutos volverá y en adelante, la fiesta continúa.