Guasave, Sin.- Con tan sólo 500 pesos en la mano y una pequeña mochila sin ropa, pero repleta de deseos de salir adelante con su hija de 3 años, Serafina, quien apenas alcanza la mayoría de edad, salió de Guatemala a jugársela por el sueño americano, la solución de millones de habitantes de países tercermundistas en donde el hambre abunda.
Serafina es una soñadora más.
Acompañada de su ‘nena’ decidió dejar todo y buscar una vida nueva, porque en casa de sus padres la pobreza los invadía, cada vez, los pocos quetzales que se ganaba en una humilde tortillería no alcanzaba ni para lo más indispensable.
“Yo solo traía 500 pesos, nada más eso, es todo lo que traía. Allá donde yo vivo, vivimos muy pobres no tenemos nada, ahí está mi mamá; yo trabajo en una tortillería no gano mucho y está mi nena también, soy madre soltera y sólo quería salir adelante con mi niña, es por eso que me vine”, justificó.
Sabía que iba a ser difícil, pero una vez pisando tierra americana todo cambiaría, deseaba que tal y como lo hizo su hermana, quien desde chica se salió de Guatemala, logró llegar y establecerse en Estados Unidos, así sucediera con ella y su bebé.
Aunque el miedo estuvo presente, no dudó en pedirle su apoyo para pagar el viaje; sin saber cuánto, cuándo, cómo, y dónde, el 22 de febrero del 2021 le tocaron la puerta de su casa para decirle que ya era la hora, que era el momento de salir.
¡Sólo lo necesario!, era la indicación; abordó un camión junto con su hija y ahí empezó el peregrinar de un viaje a “ciegas”, con un destino al que no sabía si llegaría.
“Yo le pedí ayuda a mi hermana que me ayudara para llegar allá, pero ya otro muchacho, sabe quién será, fue el que nos mandó en bus; no lo conocemos o sea traía mascarilla, no nos dieron boletos, no nos dieron nada, no pagamos pasaje, nada. Yo sólo traía un poquito de dinero sólo para lo que se le ofreciera a mi nena en el camino”, describió.
Serafina relató a Línea Directa que los encargados de llevarlos eran hombres encapuchados, nunca pudieron ver sus rostros; fueron a diferentes casas, ahí en Guatemala, a recoger gente; primero subió su primo Genaro “N” de 12 años, después siguieron otros dos adolescentes hermanos, de 13 y 15 años de edad; cuatro niñas más de 12, 11, 7 y 5 años, y otro más de 14 que iba solo.
Sin ningún documento y entre transbordadas de taxis pasaron a México sin problemas, subieron a otro camión, estaban encargados al chofer, quien sería el que los llevaría hasta Sonora para hacer la última parada y cruzar al país norteamericano.
Fue al llegar a Guasave, Sinaloa, en la caseta federal de Cuatro Caminos, cuando el sueño se frustró. Migración revisó y encontró lo que temían; la bajaron con su hija y los otros ocho menores.
“Yo quería salir adelante, pero no se pudo. Sé que Dios me va ayudar a salir adelante con mi nena, voy a buscar trabajo, es la primera vez que me pasa esto”
– ¿Ya no le quedaron ganas de volver a intentar?
“Miedo, miedo es lo que tengo de que me pase otra vez, miedo a lo mismo. Lo que queremos todos ahorita con los demás compañeros es regresar ya”, expresó.
Ella por ser mayor de edad en México fue presentada ante el Ministerio Público, mientras que a los menores los dirigieron a casa hogar.
Serafina pasó dos noches separada de su hija y aterrada por ya no volverla a ver, contaba cada minuto que transcurría lejos de ella, hasta que le permitieron quedarse juntas, mientras su situación legal en este país se resolvía.
Fueron duros los de Migración, describió Serafina, quien ahora sólo piensa en regresar con los suyos.
Aunque asegura no conocer a los niños con los que fue aprendida, siente una fuerte conexión porque a su corta edad pasaron el mismo “trago amargo” sólo por intentar tener una vida mejor.
