Guasave, Sin.– El olor a suavizante recibía a cualquiera que transitaba por el concurrido bulevar, las carencias no están peleadas con la limpieza, y aunque van de paso con más de un mes de peregrinos, el día a día les ha enseñado a convertir los espacios en el hogar que dejaron por buscar el sueño americano.
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Un tendedero de ropa es el que a lo lejos “se divisa”, el busto de don Benito Juárez García ha sido testigo de sus historias, de sus miedos, sus anhelos, pero también de su cansancio y el de sus hijos.
Con maletas en mano, al menos dos familias de salvadoreños han llegado a Guasave, no quieren hablar de su situación, se limitan a decir que la grabadora les impone, no quieren que quede constancia de lo dicen.
“Venimos de El Salvador, no nos gusta que nos graben”, dijo la madre de familia, una joven mujer que lava de manera impecable la ropa que traen para vestirse en el camino, ya estaba sucia, justifica, mientras el hombre haciendo esfuerzos, retira la que ha quedado seca entre las ramas del olivo negro que enmarca el monumento al Benemérito de las Américas, a ese señor que no saben quién es, pero que a pesar de a tantos años de su muerte, les ha dado cobijo.
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Hay cinco niños entre ellos, ni siquiera se percatan de su situación, de sus condiciones, de sus carencias y del por qué han tenido que dejar sus casas y salir de su país. Solo recogen las pequeñas piedras para lanzarlas al aire, igual aprovechan para que a su padre le toquen algunas, como si quisiese desquitarse de algo.
Piden apoyo y solidaridad a los conductores que llegan al semáforo en el cruce con el bulevar Central y esperan a que la luz cambie, cualquiera se duele de su situación ¿qué tan mal están en su país para pasar meses en esas condiciones? ¿Y los niños, qué culpa tienen? es la pregunta que retumba en las mentes de quienes los observan.