Guasave, Sinaloa. Don Juan sí tenía familia. Al abuelito más longevo del asilo de ancianos en Guasave, quien murió a los casi 106 años de edad, le sobrevive una hermana que ronda también el siglo de vida, 93 años.
“Doña Bene”, la menor de los hermanos todavía cuenta con vida, pero no pudo asistir a la despedida, pues ella reside en la ciudad de Culiacán y según dijo una de sus hijas que estuvo presente en la misa, no pudieron trasladarla, pues su edad es muy parecida a la de Don Juan.
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Las cenizas de don Juan, quien fue cremado este miércoles, aún no tiene un lugar de destino final. Por lo pronto serán depositadas en el asilo de ancianos, donde puedan permanecer por un tiempo, mientras se acondiciona un pequeño espacio en la capilla familiar de quien fue vecina de don Juan y hoy está reclamando quedarse con sus restos.
En el panteón municipal donde se encuentran sus padres y la hermana “Panchita”, será llevado también el abuelito de casi 106 años, así lo dio a conocer Nereida Valdez, vecina de don Juan, quien llevó a los dos ancianos al asilo al conocer la situación de vulnerabilidad que tenían.
“Queremos hacerle un nicho, junto con la familia. Eso es lo que queremos. Nada más que la capilla ha estado un poco deteriorada y mi esposo quiere arreglarla bien”, expresó.
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Este jueves en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe se llevó a cabo una misa por el eterno descanso del hombre más longevo del asilo de ancianos de Guasave.
“Aplicamos las intenciones de esta celebración litúrgica para pedir por el eterno descanso de nuestro hermano, Juan, que con la humilde suplica de su santa iglesia, lo iluminé la luz perpetua, y que, por la misericordia de Dios, lo llevé a su santa gloria”, oró el padre al comienzo de este luctuoso evento.
Todos se pusieron de pie para honrar a esta alma, descrita por muchos como alegre y coqueta, que ya se encuentra descansando. Expresaron el vacío que dejará en el corazón de quienes lo conocieron y la falta que hará su energía “jovial” en el asilo.
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El cirio encendido y un bello arreglo de flores blancas acompañaron el cuerpo incinerado de don Juan durante esta consagración, mientras el padre le dedicaba unas últimas palabras.
Una canción final fue cantada en unísono por los asistentes de la misa, antes de que su “segunda familia”, los trabajadores del asilo, se acercaran a la urna y le ofrecieran unas palabras de despedida.
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