Guamúchil, Sinaloa. Alejandro tiene 17 años y una herida de bala en la cabeza por poco le arrebata la vida el pasado lunes en plena jornada violenta que sacudió las calles de Guamúchil.
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El joven fue alcanzado por un disparo cuando intentaba proteger a su hermano menor. Su testimonio, entrecortado y parco, retrata el terror que vivió la ciudad.
“Yo estaba aquí sentado y salí corriendo cuando escuché los balazos… fui a buscar a mi hermano”, relató Alejandro. Sin imaginar que la tragedia lo alcanzaría, corrió por la calle. A media cuadra, se topó con tres camionetas. Una de estas, al dar la vuelta en reversa, abrió fuego.
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“Fue cuando me tiraron… salí corriendo con mi mamá y ya no miraba nada, solo rojo. Andaba bien mareado, sentía la sangre corriendo”, recuerda.
Aunque la ambulancia tardó, su padre llegó primero. Lo trasladaron al hospital mientras la unidad de emergencias los seguía de cerca.
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A pesar del impacto, Alejandro permaneció consciente. “No me desmayé nunca”, aseguró. El miedo, sin embargo, fue inevitable.
“Pensé que me iban a seguir tirando, yo sólo corrí…”.
El joven considera que sobrevivir fue un milagro. La bala no fue letal, y su hermano, que también se encontraba en la zona, logró refugiarse en una casa cercana.
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Hoy, aunque dice no tener miedo, admite que la experiencia fue indescriptible.
“No se le desea a nadie, la verdad. Fue algo que nunca imaginé.”
Alejandro es uno de los varios afectados por la violencia que ese día tomó las calles de Guamúchil. Su testimonio es también un grito silencioso que clama por paz y justicia en una ciudad que aún no se recupera del horror vivido.