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Culiacán, Sin.- La capilla de Malverde se llenó de fiesta y el aroma intoxicante a perfume se mezclaba con el de la marihuana. Los fieles del “santo apócrifo” se apretaban para tocar el busto en su altar y bañarlo de whisky caro como agradecimiento a sus favores.
Cientos de personas, que parecían miles, gritaban y cantaban los corridos mientras un grupo norteño, con instrumentos desgastados, intentaba seguirle el ritmo a las peticiones de los hombres embriagados de éxtasis y alcohol. Pero apenas terminaban de interpretar “Jesús Malverde”, de los Cadetes de Linares, ya les estaban pidiendo repetirla, con la botella de licor abrazada a su regazo.
La fe se desbordaba en el festejo del 113 aniversario luctuoso del llamado “Bandido Generoso”, que ha sido relacionado con el narcotráfico, pero sus milagros parecen llegarle a todos por igual. Jóvenes trabajadores dejaban unos dólares como ofrenda por haberles cumplido el favor de pasar “al otro lado”. Mujeres llorando dejaban sus flores, como agradecimiento por salvar a su hijo de la adicción a las drogas.
El recorrido del busto a bordo de una camioneta pickup de lujo comenzó con el sol a lo alto del medio día. Las botellas de alcohol se abalanzaron para bañar al busto y así conseguir la gracia de su patrono. Atrás, hombres de barba y gorra regalaron playeras y agua para los sedientos pues en el festejo todos son “hijos de Malverde”.
Hombres con pesadas cadenas de oro estiraban su brazo para alcanzar a tocar la figura sagrada y poder sacarse una foto para el recuerdo; al mismo tiempo se compartían botellas de licor entre desconocidos mientras se abrazaban como amigos de toda la vida; una anarquía de hermandad y fraternidad que espanta a los recatados y desconocidos.
Hoy fue el día en que los hijos del “santo que no lo es”, se sienten libres de festejar, de presumir sus grandes tatuajes que se ocultan durante todo el año. Una expresión profunda de una fe de las minorías y de los exiliados de una religión ortodoxa.