Culiacán, Sin.- El número de la superstición y del mal agüero tocó la puerta de Sandra Ivonne en el Culiacán de la mala muerte.
Trece es el número de su desgracia. El suyo es el feminicidio número trece en el estado, perpetrado con trece disparos de arma de fuego.
Ni el decreto de alerta de género de las autoridades ni el “ni una más” de los pacifistas fueron impedimento. Sandra Ivonne se suma a la estadística de feminicidios en Sinaloa.
Los que saben pero fingen que lo ignoran, dicen que pardeaba la tarde del jueves cuando hasta la vivienda de Sandra Ivonne llegó la muerte.
La enfermera la presintió y buscó su salvación. Libró la cochera de su casa y corrió hasta el inmueble contiguo. Pero el 13 era su destino.
El o los homicidas dispararon sus nueve milímetros. Trece veces, según el número de casquillos localizados en la escena del crimen, en la avenida Las Moras del fraccionamiento Las Glorias.
Destrozado el rostro, el cadáver de la mujer alimenta el morbo de los curiosos que agudizan la vista y escudriñan la escena para observar a detalle el homicidio.
A Sandra Ivonne no la salvaron ni la cacareada coordinación de las fuerzas policiales ni las promesas de pacificación del México de la cuarta transformación.
El trece le asignó el destino en este Culiacán de la mala muerte.
mg
