Culiacán, Sin.- La alegría de la familia de San Manuel se volvió salitre.Tendido en la arena Francisco ya no escucha el clamor, el grito, el llanto. Ya no escucha nada. Ya no es parte de la algarabía familiar que aderezó el oleaje y la brisa antes que las olas se lo llevaran junto con su tío.Pedro ya no está para salvarlo. Él también murió en el intento.Distanciados en el espacio. Unidos en la muerte.La sangre llama al tío cuando el sobrino bracea desesperado entre el oleaje de la playa de El Vigía, allá donde el valle se vuelve mar, allá adonde las familias buscan el goce y no el llanto.Los 18 años libran la batalla de la vida. Los 59 se unen al combate desigual contra la naturaleza, contra el oleaje que rompe en la blancura de la playa.Asistir al sobrino que lucha por romper el yugo de Poseidón que lo arrastra a las profundidades es lucha en vano. Tío y sobrino pierden la vida en los océanos de El Vigía.Su muerte vino del mar.La de Pedro vive su muerte en silencio. Su familia observa pesarosa el cuerpo tendido en la arena. Enrojecida la vista que se traslada al horizonte de la mar sin fin.A cuatrocientos metros, allá donde el mar expulsó a Francisco, la atmósfera es de duelo en carne viva.La brisa salina se adhiere al cuerpo. Las olas rompen en bramidos espumosos, pero Francisco ya no escucha.El el del ejido San Manuel de la sindicatura de Eldorado ya no escucha el clamor, el grito, el llanto.”Levántate, papá…” grita una mujer, abotagados los ojos y ronca la voz.Francisco ya no escucha el grito y el clamor… El mar se lo llevó…arg
La alegría que se volvió salitre…
Tío y sobrino mueren en las olas de la playa de El Vigía, en Eldorado
Fuente: Internet