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Y un año menos

Una de las costumbres que se está perdiendo es la de escribir, en la víspera del Año Nuevo, una lista de las cosas buenas a realizar....

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Una de las costumbres que se está perdiendo es la de escribir, en la víspera del Año Nuevo, una lista de las cosas buenas a realizar. Horas pasábamos los hermanos (¿y en qué recodo del camino se nos extravió el sentimiento?) diciéndonos las grandes y encomiables empresas que llevaríamos a cabo.

Al final, nos vencía el cansancio y soñábamos con una vida hermosa y feliz, donde todo el mundo sería bondadoso y honesto. Éramos niños.

Después la realidad nos alejó, no podía ser de otro modo, de las promesas desvaídas de un mundo insano y regresamos a enfrentar como se podía (¿quién puede parar la lluvia?) a la mezquindad terrenal, al egoísmo agresivo que caracteriza a nuestra sociedad.

Ahora a muchos, lamentablemente, les parece gratuito perder el tiempo en divagaciones que a poco o nada conducen.

Sin embargo, en efecto, aunque sin el nivel de reflexión de antes, se acostumbra a hablar de propósitos de año nuevo que, casi invariablemente, no se cumplen.

A RECUPERAR LA IDEA

La lista de las formulaciones positivas no es algo nuevo y ya en las viejas civilizaciones se acostumbraba enjuiciar los actos realizados durante un período determinado, con el fin de asumir rectificaciones de orden moral, principalmente.

Romanos y babilonios prometían a los dioses portarse bien, lo que desde luego no hacían, y al contrario, asolaban a sus vecinos sin tregua.

En el pensamiento oriental el recuento debe ser diario. Sacar las cuentas de lo hecho bien y lo contrario; de los malos momentos, los propios y los que ocasionamos. Al día siguiente, empezar con la promesa de que seremos mejores.

Y MÁS DATOS

Al menos en dos correos, amablemente me dijeron que para qué tantos datos si el festejo se impone, es obligado, a propósito de lo que aquí, con base en Voltaire, incluí en mi columna del pasado día 24.

Adelanto disculpa porque ahora les voy a dar otros sobre el Año Nuevo.

Para empezar, el Año Nuevo chino inicia entre el 21 de diciembre y el 21 de enero; el judío, en septiembre; para los romanos, el año empezaba en marzo.

En fin, las fechas se han movido muchas veces. Con Julio César, en el año 47 a.C., se creó el calendario juliano (el primero de enero se dedicó al dios Jano) pero fue modificado por Marco Antonio en el 44 a.C.; después por el emperador Augusto César en el 8 a.C., y en 1582 por el papa Gregorio XIII, y este último es el que se utiliza actualmente.

Como sea, en la actualidad, para la gran mayoría de los pueblos, el año empieza el primero de enero.

EL POSITIVO RECUENTO

Como dije líneas arriba, entre los pueblos orientales el recuento es recomendado como práctica cotidiana, y se piensa que si se hace un análisis de lo positivo y de lo negativo, el espíritu se fortalece.

En la actualidad, y en nuestro medio, el tráfago de la “modernidad” remite esas prácticas a lo inocuo y casi nadie se toma tiempo para llevar a la balanza lo hecho y lo omitido, lo bueno y lo malo, aún en la relatividad de la escala de valores.

Sea como sea, en todas las utopías (que lo siguen siendo) desde Moro y Campanella hasta Owen y más, el ideal de la convivencia compartida y respetada se ha hecho presente.

En fin, haga o no el crítico lector su lista de buenos propósitos para el año que mañana inicia, desde aquí le deseamos que las cosas vayan mejor o, al menos, bien, si en este año que llega a su fin no lo fueron.

Felicidades a todos. ([email protected]).

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Jorge Guillermo Cano

Jorge Guillermo Cano

Columnista

Jorge Guillermo Cano

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