Históricamente el boxeo ha sido la segunda disciplina que más preseas le ha aportado al México en Juegos Olímpicos, con 13, que representan el 17.80 por ciento de las 75 ganadas en sus 23 participaciones, solo superada por las 15 de clavadistas.
En el anecdotario azteca aparecen en la suma de todos los deportes un total de 13 medallas de oro, 25 de plata y 27 de bronce, sin contar las dos que en este 2024 ya han sido conquistadas en Francia. De esas 13 preseas doradas, un par salieron de los guantes y puños de Ricardo Delgado y Antonio Roldán, que hicieron valer la localía y sede de la fiesta olímpica celebrada en nuestro país en 1968, donde, por cierto, quedó cincelada como la mejor actuación del pugilismo mexicano en el evento cuatrienal, porque además de ellos, ganaron bronce Agustín Zaragoza y Joaquín Rocha.
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En ese convulsionado año que también quedó impregnado de violencia, México ganó un total de 9 medallas y casi la mitad las aportó el boxeo. La tercera dorada fue por conducto del nadador Felipe “Tibio” Muñoz.
Sin embargo, en los últimos años el equipo de pugilistas que han acudido a las olimpiadas ha sido bastante pobre en cuanto a competidores, lo que evita que aquella hazaña de México 68 pueda repetirse o superarse.
Para este certamen de París, Francia, nuestro país consiguió solamente cuatro plazas. Y de ese grupo ya tres obtuvieron boleto de regreso a casa. El único sobreviviente es el mazatleco Marco Verde, cuya presentación este miércoles con un triunfo nos hace abrigar esperanzas no solo de que Sinaloa pueda tener un segundo medallista de oro, sino de frenar en 46 años la larga sequía desde que un compatriota ganó ese metal en un cuadrilátero, precisamente en 1968 y por partida doble.
Verde tuvo una larga y exitosa carrera que lo terminó llevando a París. A través de importantes torneos y fogueos se topó con los mejores del mundo en su división (75 kilos), de tal manera que sabe hasta de qué lado mastican.
Por lo pronto el primer obstáculo ya ha sido superado, y ese triunfo lo tiene a un paso de asegurar al menos medalla de bronce, que podríamos saberlo el próximo sábado cuando vuelva a trasponer las cuerdas.
Marco es el resultado de un excepcional trabajo que ha realizado su manager Radamés Hernández desde que, siendo todavía un niño, llegó al ahora desaparecido Centro de Alto Rendimiento de Boxeo (CARB), pasando por el gimnasio de la UAS en el puerto donde se colocó por primera vez los guantes y más tarde por diversos cuadriláteros del planeta.
Cuando Verde llegó al CARB, entonces comandado por el cubano Juan Fontanills, no estaba proyectado para cristalizar el sueño de quienes fundaron y apoyaron este Centro para asistir a unos Juegos Olímpicos. En aquella “caballada” figuraban más los nombres de Francisco López, Luis Araujo, Melissa Esquivel, Francisco Armenta, José Olmeda y Juan José Baltazar.
Pero Verde, queriendo emular los pasos de su padre Manuel, quien asistió a las Olimpiadas de Barcelona 92, nunca quitó el dedo del renglón y trabajó siempre bajo los fantasmas de muchos promotores que han truncado el sueño de muchos pugilistas a base de billetazos.
Hoy, con el simple hecho de haber acudido a los Juegos Olímpicos, Marco Verde ya ha tomado un valor más alto de que en algunos momentos llegaron a ofrecer por su contrato, y que pudiera hasta triplicarse en caso de colgarse una medalla.
¡Bien por él!