Siempre es deseable un presidente de la República que no se arrodille ante nadie, pero que tampoco sea radical beligerante contra todo. Que sea inteligente en las reacciones ante los problemas del país, mesurado y realista al dimensionarlos, respetuoso ante quienes piensan diferente y enterado de lo que administra.
También que les vaya bien, y hoy más que nunca con Andrés Manuel López Obrador. Pero temprano todos los días suceden y se dicen cosas que incrementan dudas y generan intensa sensación de temor ante las acciones y dichos del presidente y sus colaboradores en las comparecencias matutinas.
Sigo en la medida de lo posible las conferencias mañaneras, que por sí solas y en el manejo de la información con frecuencia carente de contundencia y relevancia de los funcionarios empiezan a enviar mensajes preocupantes.
Se registran fallas técnicas en la exposición de láminas que deberían facilitar la explicación del tema, y hasta funcionarios a los que el propio mandatario pide que intervengan para reforzar una respuesta se han negado aceptando que desconocen el asunto, aunque sea éste de su absoluta incumbencia y obligatorio manejo.
Salen a la conferencia cansados, desvelados, como a fuerzas, dando una imagen e información que más que tranquilizar asustan.
Lo sucedido ayer confirma lamentablemente los temores. La premura del tiempo hace que se maneje mucha información de botepronto de parte del presidente, que no es procesada previa y debidamente por un equipo de conocedores de las áreas y los asuntos que se abordan.
Ayer miércoles en su comparecencia mañanera López Obrador se dijo muy satisfecho en la lucha contra la inseguridad, pues el martes se registraron 54 homicidios en el país, después de que el promedio de los últimos meses no bajaba de 80.
Dijo: “Eso me hizo sentir muy satisfecho, por eso vamos a seguir atendiendo las causas, dando programas sociales, escuchando, atendiendo; eso es lo fundamental para nosotros: ir a la raíz para garantizar la paz y la seguridad, no lo espectacular, las detenciones espectaculares”.
Si estos números son reales, igual que ayer bajaron de 80 a 54, mañana pueden subir de 80 a 106.
¿Nadie de su equipo fue capaz o se atrevió a decirle que un rebote o caída en tan pocas horas no pueden ser interpretados como una tendencia, y que por lo tanto se tiene que ser prudentes en el manejo de estos números?
Más, ante la baja de nota de la calificadora Fitch a Pemex, la acusa de hipócrita y de ser silenciosa cómplice del saqueo de Pemex por los anteriores gobiernos.
Pésima señal. Eso no puede ser algo bueno para México. Esas calificadoras podrán acercarse a ser lo que el mandatario dice, pero mueven mercados y pueden alejar inversiones.
Era deseable una respuesta más diplomática, fijar postura más conciliadora e incluso pasar la explicación a Pemex y Hacienda, no la descalificación.
Creo que el presidente debe enviar mensajes más tranquilizantes a los mexicanos, exigir a sus colaboradores información fuerte, verificable, confiable y convincente en la ya conocida conferencia mañanera, o bien cancelarla.