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Una cuestión del tiempo y con ánimos para amar

“Él recuerda una época pasada, como si mirase a través de un cristal lleno de polvo. El pasado es algo que puede ver, pero no tocar. Y todo cuanto se ve está borroso y confuso”, Liu Yichang (1972)

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COLUMNA "INVENTANDO HISTORIAS": Una cuestión del tiempo y con ánimos para amar | FOTO TEMÁTICA: PIXABAY

Empezó en verano de 1993, cuando Wong Kar Wai, un director de cine asiático (1958, Hong Kong) conocido por su peculiar estilo melancólico al evocar sus recuerdos y mantenerlos intactos como una cápsula del tiempo, además de haber realizado una trilogía de cintas que desarrolla la temática del romance, ideó en su cabeza los primeros esbozos de una historia mientras un taxi que acababa de recogerlo pasaba en frente de la Plaza Tiananmen mientras en la radio se escuchaba de fondo una canción de John Coltrane durante el trayecto del viaje.

Dos años más tarde Kar Wai regresa a Pekín, China, luego de haber filmado las películas de Ashes of Time y Fallen Angel para proponerse a rodar su siguiente largometraje cuyo título provisional era Verano en Pekín.

Las primeras secuencias tenía como escenario principal aquella simbólica plaza de la capital asiática, retratando la historia de unos amantes que vivían en Hong Kong pero que trabajaban ahí, y para verse lo hacían en Tiananmen. Aunque el problema era que al momento de enviar el guion a los censores de la República Popular de China estos no les agradaron para nada, sobretodo el título, porque consideraban que los honkoneses no podían retratar ni filmar Tiananmen. Rápidamente el director se le ocurrió cambiar a que “Pekín” fuera el nombre de un restaurante y la película tratara sobre la comida dividida en tres historias.

Lo curioso fue que al escribir el intento de un guion bastante improvisado, una de ellas le empezó a ganar mucha más interés que las otras dos, decidiendo al final convertirla en una sola película y trasladarla a Hong Kong. Mismo sitio en que el director plasma su infancia al mudarse de Shanghái a la ciudad entre los años sesenta y setenta e inspirado de la novela corta de Liu Yichang de 1972 “Intersection. Las palabras del autor que se lee en su novela aparecen traducidas sobre una pantalla fundido a negro durante al principio, funcionando como un intertítulo en In the Mood for Love (2000), dejando al público intrigado con esa peculiar cita, como si fuera una premonición acerca de los hechos que estaríamos por ver a continuación.

La historia es muy simple: seguimos a dos personas, Su Li-Zhen (Maggie Cheung) y Chow Mo-Wan (Tony Leung) que reaparecen como expatriados de Shanghái y en búsqueda de un techo donde quedarse, acaban rentando en un complejo departamental en el periodo de 1962, Hong Kong británico. Por mera casualidad, ambos terminan alquilando habitaciones adyacentes. Casi todo el tiempo Su y Chow se lo pasan en soledad ya que sus respectivos cónyuges trabajan horas extras o permanecen ausentes por constantes viajes de negocios. Las interacciones entre ellos son escasas y formales, hasta descubrir gradualmente que sus parejas los engañan el uno con el otro.

Como un retrato de un hecho que pasó hace mucho tiempo, apenas visto como antiguas fotografías desde un álbum de recuerdos, Kar Wai hace una película donde el sentimiento de la nostalgia rebosa en cada encuadre. Estos son filmados desde lejos, tanto dentro de un marco en un habitación o ventanas, inclusive en las esquinas el cual somos espías del desamor y la soledad que no quieren ser descubiertos. Una cinta dominada por interiores y apartamentos estrechos generando claustrofobia y opresión de sentimientos.

A la vez que da paso al nacimiento de un amor prohibido entre dos personas casadas, cuyos corazones rotos no paran de preguntarse qué fue lo que salió mal en sus relaciones. Los dos se reúnen como compañeros enfermos o hermanos huérfanos para sanar las heridas, prometiéndose no “ser como ellos” y limitando a algo casi platónico, cayendo sin darse cuenta en el mismo juego de la infidelidad.

Wong deja en claro que la película no va solamente del amor, la soledad y la traición, sino sobre la cruel cuestión del tiempo y las oportunidades perdidas en miradas que vuelven al pasado. Una triste intención de la reconstrucción de la memoria y con ánimos para amar otra vez.

Después de todo, ¿quién dijo que el tiempo tiene la capacidad de curar todas las heridas? Si bien, una laceración que ha dejado en tu cuerpo una profunda apertura en la piel puede sanarse al tratarlo correctamente y guardar reposo suficiente para que esta reconstruya los tejidos y continues con tu vida como si nada pasó. Sin embargo, te topas que de la herida hay una cicatriz, un parche permanente del cual, cada vez que la veas, te recordará el trauma de la lesión y el dolor que pasaste antes de recuperarte a tu propio ritmo.

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Rubén Lezama

Rubén Lezama

ColumnistaEditor de Contenidos

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