A propósito de entronizaciones como la de hoy en Culiacán donde exaltaron al profesor Horacio Díaz –impulsor del softbol en el estado- como un inmortal del deporte en Culiacán, nuestro estado es de los pocos en la República que no cuenta con un Salón de la Fama que aglutine a aquellos personajes que pusieron muy en alto el nombre de Sinaloa.
Vecinos como Sonora, solo por citar un ejemplo, tiene un sitio muy especial para perpetuar a aquellos deportistas, directivos y periodistas que destacaron y dejaron huella. Año con año, los sonorenses eligen a uno o más elementos merecedores de tan honrosa distinción, arropándolos en un sitio donde la población o sus visitantes los conozcan a ellos y sus hazañas.
Desde hace tiempo lo manifesté vía mensaje de whatsap a quienes dirigen el deporte en la entidad, pero me dejaron como a los cobradores: lo vieron, y hasta allí. Nunca hubo una respuesta. Pero después carburé que mi idea y atrevimiento la estaba poniendo sobre la mesa en el “año de Hidalgo”.
Eran los últimos meses de esa administración y no iban a destinar un recurso para complacer a algunos, cuando ellos podían resultar más complacidos. En el “año de Hidalgo” hemos visto como algunos cargan con computadoras y hasta con aparatos aires acondicionado, como si de sus bolsillos hubiese salido para adquirirlos.
Recuerdo haber comentado que el espacio idóneo era esa amplia sala que el ahora ex gobernador Mario López Valdez trató de convertirla en el nuevo nicho de inmortales de la pelota profesional. Es una zona dentro del edificio del también mal llamado Museo del Beisbol, en terrenos del ISDE. Estaba, y sigue estando, muy especial para darle vida al Salón de la Fama del Deporte en Sinaloa.
Cuando estaba a punto de presentar la propuesta con las reglas más básicas, me di cuenta que definitivamente no iba a encontrar eco. A nadie le importaba que las grandes historias de muchos deportistas y gente de pantalón largo no quedaran plasmadas en una placa. Eso no les redituaba nada a ellos.
Entre esas propuestas que quedaron en el tintero, estaba que debía hacerse una elección anual, como todo Salón de la Fama. En algunos puntos puntualicé que debían aspirar quienes realmente tenían méritos, haciendo a un lado los compadrazgos y el amiguismo. Pero también había un punto muy elemental, por cierto, de que el comité elector lo debían integrar personas con mucha experiencia y solvencia moral.
Les iba a explicar que, de entrada, los primeros exaltados fueran María del Rosario Espinoza (medallista olímpica), Julio César Chávez (campeón mundial en tres divisiones), Teodoro Higuera (béisbol) y un cuarto estaba entre Alfonso Rubio y Federico Pérez Flores, este último el primer sinaloense en llegar al balompié profesional de primera división.
La elección anual tendría que apegarse a las más estrictas normas como se conducen otras, por ejemplo, la del Beisbol en Estados Unidos. Es decir, que para ingresar al Salón de la Fama debía acumular cierto porcentaje de puntos para no convertirla en una pachanga.
Creo que todavía se puede hacer algo. Sinaloa tiene muchos deportistas y directivos a los que pueden pagarles de esa manera.
¿Quién levanta la mano?
