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Sinaloa.- Estardezer Ferreirooge odiaba como ningún otro estas fechas. Sus tripas se hacían nudo ante la idea de pagar bonos extra a sus trabajadores. Este año sería diferente. Estaba decidido a no dejarse atrapar por sentimentalismos baratos de las fechas decembrinas. Sus trabajadores serían notificados de reducción en sus aguinaldos.
Mientras miraba pasar a la muchedumbre bajo su ventana en víspera de noche buena, el viejo Ferreirooge notó a un grupo de viejecillos que se acercaba lentamente a pagar las contribuciones anuales. En ese momento tuvo su gran idea: “Los viejecillos no merecen descuentos. ¡Urge que paguen más!”. Soltando una gran carcajada puso su plan en marcha. Ordenó a sus empleados aumentar las tarifas a todos sin excepción de manera inmediata.
Estardezer regresó a su casa esa noche. Él no festejaba la navidad. Eso eran cursilerías. Fue a la cama como cualquier otro día. Apagó la luz antes que los festejos de sus vecinos le impidieran descansar y cayó en un sueño profundo… o eso parecía. En medio de la noche, un golpe seco en la frente de Ferreirooge interrumpió su paso por el reino de Morfeo. Petrificado, Estardezer pudo notar que el causante del golpe en la frente era la silueta de su antiguo socio y amigo, el Químico Marley de Mazatlán. Con voz de ultratumba, la fantasmagórica pata salada anunció con solemnidad que tres fantasmas lo visitarían en las próximas horas. Advirtió que si no quería terminar defenestrado y vagando sin futuro en el limbo del más allá MORENO (cómo él se encontraba) más le valía escuchar las voces de aquellos espectros.
La luz del día llegó. Ferreirooge recordaba la noche anterior, pero todo lo atribuyó a una pesadilla producto del Pan de Carbonera que cenó. No tardó mucho en presentarse la primera aparición. De un soplido, las sabanas desparecieron de la cama del viejo gruñón, a los pies de la misma se encontraba un hombre jovial de bigote cuidado y guayabera café. Se presentó a sí mismo como el fantasma de la navidad pasada. Era ni más ni menos que su antiguo jefe: Toledus Corrus. Estardezer se lanzó a sus pies, pero el espectro lo paró en seco. En un abrir y cerrar de ojos aparecieron en las antiguas oficinas de gobierno y tras una acalorada discusión le dejó claro que no debería olvidar las antiguas enseñanzas del Priismo sagrado. Que abrazara al pequeño priista que llevaba dentro. Después de eso, Toledo desapareció. La habitación quedó en su estado original. Todo parecía una visión
Ferreirooge trataba de asimilar lo que había sucedido cuando apreció la segunda visita. En esta ocasión no reconoció a nadie en específico. Parecía ser una figura de mujer, pero su cara cambiaba constantemente, al igual que su voz. Parecía muchas mujeres en una.
La figura se presentó como el fantasma de las navidades presentes; con un aplauso los puso en el Congreso del Estado. Ellos podían ver a todos, pero nadie los podía ver. La escena en el Congreso era desgarradora. Decenas de mujeres imploraban que las escucharan. Habían perdido a sus maridos en el cumplimiento de su deber. Eran viudas de policías. El viejo se conmovió… o eso parecía. Pidió que pararan esas escenas. Prometió terminar con aquel sufrimiento. Ambos regresaron a la habitación. La navidad presente desapareció. Estardezer sonrió para sí… pensaba que un buen discurso sería suficiente para resolver ese problema: no sería necesario soltar ningún centavo.
En esas cavilaciones se encontraba cuando apareció el ultimo invitado. Una figura imponente y lúgubre llenó la recamara. No se podía ver su cara. El fantasma se presentaba envuelto en una túnica más negra que el bigote de Estardezer. A lo mucho sobresalía los dientes brillantes en forma de sonrisa de aquel espectro que se anunció a sí mismo como la visión del futuro. Tomó del brazo al viejo y volaron a lo alto de un edificio en ruinas. La mano huesuda del espectro sonriente señaló los escombros del antiguo edificio. Estardezer pudo observar una placa que sobresalía. Se acercó y soltó un grito descomunal. La placa oxidada mostraba lo que alguna vez fueron las relucientes letras “P R I”. Al mismo tiempo, el fantasma mostraba su cara. Era el fantasma del sonriente Valdez: “Si sigues por este camino esto te espera. Terminar entre nosotros”, lanzó con voz de ultratumba.
Estardezer Ferreirooge pidió clemencia, pero ya no había nadie. Todo había pasado. El milagro se hizo. El calendario marcaba 24 de diciembre. Navidad todavía no llegaba. Con la agilidad de un adolescente, el viejo del bigote negro corrió a la calle. Regresó a sus oficinas para retira la orden de aumentar las contribuciones de los ciudadanos y regresar el bono a sus trabajadores. Con la misma alegría emprendió camino al Congreso del Estado llevando una dotación de cenas navideñas y cheques de pensiones para las viudas. Todos brincaban y saltaban. La muchedumbre coreaba el nombre del gran benefactor… Estardezer Ferreirooge. La algarabía era total. La navidad llegaría para todos, incluso el viejo tendría un regalo inesperado en forma de Bus.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Le gustó el cuento? porque a final de cuentas es eso: Un cuento.