No es que seamos timoratos o que nos escandalicemos por actuaciones desde instituciones del poder que parecen novedosas, que rompen esquemas tradicionales en el comportamiento de quienes ostentan una responsabilidad en el servicio público, o que puedan ofender por controvertidas la sensibilidad de algunas personas.
No es igual el mensaje que se envía a la sociedad en la comisión de un mismo hecho en el que participa un encumbrado miembro de la clase política, al que se manda cuando el actor es un ciudadano común y corriente.
Circula un video en el que aparece la diputada Nancy Yadira Santiago Marcos, coordinadora de la bancada morenista sinaloense en el congreso federal, en medio de un grupo de personas en plena sesión del Congreso del Estado brindando con lo que parece ser una bebida alcohólica.
No pretendamos actuar de manera moralina por ese hecho, del que la legisladora ya dio su versión y dijo que ella en ningún momento aparece bebiendo, lo que es cierto, y que incluso no acudió al recinto con los ciudadanos que introdujeron la bebida.
A la defensiva, en su versión se dice víctima de persecución con fines de exhibición, lo que no es descartable, pero es raro que vasos con los que se brinda van y vienen frente a la diputada y ella ni se inmuta. Raro también que lo permita al quedar en medio de quienes dice son desconocidos, lo que la debería obligar mínimamente a retirarse del sitio o bien denunciar la irregularidad.
Pero ella así lo dice y tampoco hay elementos para no creerle, por raro que parezca. Peor sería que además de todo nos quiera ver la cara.
Vamos a ver. Los servidores públicos deben entender que sus acciones u omisiones están cada vez más bajo el escrutinio público, y más aquellos que se dicen, por alguna razón, ser los depositarios de la solvencia moral.
Por la responsabilidad conferida, depositarios de esa calidad moral o no, ellos deben privilegiar la seriedad y los buenos modales, inspirar confianza y generar esperanza, porque sus decisiones y posturas tienen un relevante impacto para todos los ciudadanos.
El Congreso del Estado es un espacio que les debe merecer a todos, diputados, invitados y cualquier visitante, el mayor de los respetos, porque es ahí donde se toman las decisiones más relevantes para Sinaloa, incluyendo desde luego la elaboración de las normas que nos rigen para convivir sanamente en sociedad.
No nos asustamos, pero hay espacios para que un personaje con la relevancia política como la que tiene esta legisladora haga lo que quiera, convivir, embragarse o gritar con sus amigos: en la intimidad de su casa.
El recinto legislativo merece el mayor de los respetos, de todos, pero quienes están más obligados a tener en su interior un comportamiento respetuoso y civilizado, son precisamente los miembros de esa clase política que ofrecieron ser más decentes que los que ya han estado en ese lugar.
No es con esos comportamientos como van a recuperar la pésima impresión que tienen los ciudadanos de la clase política, independientemente de los colores y las siglas a la que sus miembros pertenezcan.
El tener vergüenza y apego a las normas morales es cuestión de condición humana, no de militancias partidistas o de inclinaciones ideológicas.
Lo que pasa es que cuando menos parte de quienes hoy son exhibidos en video mientras irresponsablemente incurren en una conducta inapropiada y bochornosa, no por lo que hacen, sino por el lugar en el que se encuentran, son parte de quienes dijeron que no incurrirían en esas prácticas que tanto condenaban hasta rasgarse las vestiduras.
Eso es actuar de manera falsa e hipócrita, engañando con absoluto cinismo a los ciudadanos que pretendemos creer en nuestras instituciones y en los hombres y mujeres que las representan.