La Selección Mexicana de Fútbol es uno de los fenómenos de unidad más significativos para los mexicanos que residen en Estados Unidos (no en los últimos tiempos debido a sus pésimos resultados). De acuerdo a datos consultados en línea, el TRI ha llevado más de medio millón de personas a los estadios en Estados Unidos en los últimos 10 encuentros disputados en territorio estadounidense.
Cualquiera que ha asistido a un encuentro de la selección en Estados Unidos puede ser testigo de las verdaderas fiestas mexicanas que se viven antes de los encuentros en los denominados tailgate (fiestas en los estacionamientos). Los estadios y sus alrededores se convierten en una extensión del territorio mexicano. Los sabores, olores y sonidos que se viven en los encuentros de la selección nos trasladan a cualquier ciudad mexicana.
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No parece que los encuentros se desarrollen en un país extranjero. Al parecer, todo eso está por cambiar. Muchos de los asistentes a los partidos de la selección eran migrantes indocumentados que veían en la representación deportiva una manera de mantener el contacto con sus raíces. Las afectaciones a la asistencia de los partidos podrían reducirse considerablemente debido a que las autoridades migratorias encontrarían terrenos fértiles en redadas en contra de migrantes.
El cambio en la política de migración de nuestro vecino del norte afectará la vida cotidiana de millones de compatriotas en aquel lado de la frontera. Lo que sucede con la Selección Mexicana, aunque parece un hecho meramente anecdótico, podría ser muy significativo para las consecuencias que ambos países enfrentarán ante la nueva realidad.
Las consecuencias son muchas: se podría ver una reducción en la asistencia de este, lo que podría afectar la atmósfera y el apoyo a la selección mexicana. Las ciudades que albergan los juegos de fútbol sufrirán una caída en sus ingresos, así como restaurantes, servicios de hotelería, taxis, etc. Experiencia del evento.
La experiencia de los asistentes podría verse alterada por un ambiente más controlado o tenso debido a la presencia de más oficiales de inmigración o controles de seguridad, lo que podría afectar la sensación de bienvenida y la diversión de los eventos. Para muchos mexicanos en Estados Unidos, asistir a estos partidos es una forma de conectar con su cultura y comunidad. Políticas que dificulten esta conexión podrían tener un impacto emocional y cultural significativo. Los migrantes entrarían en una vida de reclusión constante y su calidad de vida sería mucho peor.
Utilizar a la Selección Mexicana como ejemplo de las consecuencias de lo que está por venir parece baladí; podría serlo; sin embargo, los mexicanos migrantes están por perder lo poco que les daba momentos de alegría. Es un reflejo de los nubarrones que asomen en el horizonte en los próximos años en sus condiciones de vida. Imaginen vivir pensando que asistir a un juego de fútbol puede ser el fin de sus días como migrantes. Ahora imaginen vivir con ese miedo sin importar la actividad que puedas realizar en tus labores cotidianas. Será una carga emotiva enorme.
La cultura mexicana estará bajo asedio por un buen tiempo. No habrá lugar donde los migrantes se puedan sentir seguros. El fútbol es mero instrumento para ejemplificar la cascada de penurias que se pueden sufrir a ambos lados de la frontera. Por cierto, la Selección Mexicana también sufrirá pérdidas importantes ante la falta de las taquillas en dólares (ese es el menor de los males), pero eso demuestra que las medidas tomadas de aquel lado de la frontera también tendrán consecuencias negativas para los mexicanos de este lado de la frontera. Sin esos dólares generados por la selección, el apoyo a fuerzas básicas o fútbol femenil tendrá sus propios problemas.
Hay que prepararnos porque difícilmente una actividad económica quedará ajena a las decisiones que hoy se toman desde la Casa Blanca.
¿Usted qué piensa, amable lector? ¿Dónde jugará la selección?