Once años después de que la afición de Guasave vivió con muchas esperanzas y expectativas la posibilidad de borrar esa maldición y sequía de no ganar un campeonato, satisfacción que no logran desde 1972, en que cincelaron su primer y único campeonato, los Algodoneros están muy cerca de conseguir ese objetivo que se les negó dos veces contra Ciudad Obregón, paradójicamente las últimas ocasiones en que se instaló en una final.
Pulverizando pronósticos y acabando con mitos, la tropa blanquiazul ha llegado a la serie de campeonato, en el que las mayorías ponían sobre la mesa a Hermosillo y Los Mochis, por el hecho de que fueron los equipos 1-2 en cuanto a victorias y puntos. Pero el béisbol nos enseña una vez más que no todo lo que brilla es oro, y que por mucha fortaleza ofensiva y de pitcheo que caracterice a un equipo, no es motivo de garantía para alzar la copa.
Guasave calló aquellas bocas que vociferaron colocándolos como presa fácil de unos Naranjeros que, en contraparte, han extendido a nueve las temporadas consecutivas donde se les niega un campeonato más, para ser más exactos, el número 17 de su rica historia en la Liga Mexicana del Pacífico, dejando el rol protagónico de ser el gran ganador, papel que en ese renglón ha asumido Culiacán con cuatro.
Ahora contra Los Mochis, en lo que será una final inédita, esta serie llega como un bálsamo para ambas aficiones, porque si la sequía se ha extendido demasiado para Guasave, los Cañeros cojean del mismo pie, aunque con menos tiempo. La última vez que los verdes convirtieron a la ciudad en una sucursal del manicomio, sucedió hace 20 años, como que ya llovió demasiado. Aquella vez festejaron su tercer y último título.
Nadie podrá decir que no tendremos una batalla que nos invadirá de emociones y nos mantendrá en suspenso, como tampoco que no son franquicias elite. Se trata de dos equipos que sin el presupuesto de otros, trabajaron con antelación para alcanzar este envidiable lugar en el que ahora están parados.
Y allí tenemos que reconocer la labor de quienes manejan los hilos en el club Cañeros. Esta organización sacrificó dos temporadas (2020-21 y 2021-2022) en los que fue última del standing, porque pensaron a futuro puliendo a toda esa pléyade de jóvenes que son quienes ahora rindieron los frutos que condujeron al equipo a esta serie de campeonato.
Eso, amigos nuestros, es de aplaudirse y su afición ahora se los reconoce y aplaude.
REFUERZOS. Juraba un servidor que Guasave se inclinaría por Manny Barreda como refuerzo y Los Mochis por Isaac Paredes, por una simple lógica: el pitcher de los Tomateros los había dominado en los dos encuentros que lanzó jugando para Ciudad Obregón, mientras que el otro iba a tapar el hueco que dejaba lamentablemente el antesalista Rodolfo Amador, quien se lesionó en ese sexto juego contra los Yaquis.
Pero al favorecerse del sorteo que le permitió escoger primero, los verdes prefirieron tener a su peor enemigo en postemporada como aliado, y decidieron sumarlo a su rotación, en tanto que Guasave optó por el campocorto Juan Carlos Gamboa no por su bateo, sino que su short stop titular se lesionó e improvisó con el “Pony” Quiroz para enfrentar esa batalla contra Hermosillo.
Habrá quienes consideren que fue una mala elección, pero había que tapar un hueco muy importante.