Con frecuencia las personas nos preguntamos cómo es que las experiencias que tuvimos durante la infancia, sobre todo las que pudimos compartir con nuestros padres u otras figuras de autoridad, pudieron influir en nuestra forma de ser y en cómo nos relacionamos en la vida adulta.
El ser humano, cuando nace, llega al mundo totalmente vulnerable y necesita de un tiempo para empezar a ser independiente. Debido a esto iniciamos nuestra vida dependiendo de otros para sobrevivir, construyendo con nuestro entorno cercano un vínculo absolutamente necesario para crecer.
Estas personas encargadas de cuidarnos mientras somos vulnerables no solo nos ofrecen las condiciones y recursos necesarios para sobrevivir sino también son los encargados de darnos los recursos y herramientas para relacionarnos con el entorno.
Es por esto que el apego contribuye de manera muy importante a establecer los fundamentos básicos del sentido privado de seguridad, necesario para la maduración emocional y social.
Hablar del apego entonces, es importante para entender quiénes somos, cómo somos y porqué.
¿Qué es el apego?
El apego es un concepto que se ha estudiado a profundidad en el área de la psicología y el comportamiento y surge a partir de las teorías de Jhon Bowly psicólogo del desarrollo donde estudia acerca de cómo construirnos nuestras primeras relaciones en durante la etapa infantil.
Entonces podemos entender el apego como el modo que tienen las personas de relacionarse e interactuar con aquellos con quien establecen un vínculo de importancia.
Durante la infancia las estructuras neuronales están en un estado de construcción. Tenemos entonces, un cerebro que se moldea con respecto a las experiencias que vivimos. El cómo vivimos estas experiencias serán determinantes en la manera en la que nos relacionaremos con el mundo en nuestra etapa adulta.
Con el propósito de conocer la manera en que los niños interactúan con sus figuras de apego y como esta interacción determina la naturaleza de esos vínculos y sus consecuencias emocionales se realizó un experimento al que se le llamó “procedimiento de situación extraña”.
En este ejercicio se expone al niño a una serie de encuentros y desencuentros con su cuidador y con un desconocido para ir evaluando sus reacciones.
A través de la aplicación de esta estrategia se han podido determinar cuatro estilos diferentes de apego, que describen modos particulares de sentimiento y conducta que se dan durante la interacción. Todos ellos tienen un rol esencial para comprender la manera en que tendemos a construir vínculos, no solo durante la infancia, sino también durante el resto nuestra vida.
Conozcamos a continuación estos 4 estilos de apego:
1. Apego seguro
Los niños que presentan apego seguro perciben a sus padres (o cuidadores) como figuras confiables, a las que pueden recurrir en cualquier momento en el que se van implicados en una situación de peligro potencial. Los niños que desarrollan este tipo de apego son los que, cuando experimentan una situación difícil, buscan a sus cuidadores y los encuentran llegando a aliviar la situación. El niño aprende entonces que hay alguien para el cuándo lo necesite permitiéndole vivir la experiencia sin miedo y con confianza.
Durante la edad adulta, las personas con este tipo de apego, experimentan una sensación de satisfacción en sus relaciones con otras personas. Esto les permite establecer una relación cómoda y saludable para todos.
2. Apego ansioso o ambivalente
Los niños que presentan esta forma de relacionarse con sus padres no tienen la seguridad de disponer de la ayuda que pudieran necesitar llegado el momento. La incertidumbre que se da ante esta situación, propicia que el interés por el entorno se vea condicionado por el miedo, de modo tal que la exploración queda limitada por una inseguridad latente pero constante. Este sentimiento se va haciendo más grande en aquellos casos en los que los padres recurren a la amenaza de abandono como mecanismo para controlar las conductas “negativas”.
Durante la etapa adulta, el apego ansioso o ambivalente provoca una sensación de miedo a que su pareja no los quiera. A estos adultos les resulta muy difícil relacionarse con los demás de una manera sana ya que esperan recibir más de lo que dan. En este tipo de apego entra la dependencia emocional.
3. Apego te evitativo
El niño con este tipo de apego percibe que todo intento por buscar la comodidad que pueda proporcionarle su figura de cuidado terminará en una situación de rechazo o de cíitica seguida de la ausencia total de protección y seguridad.
Esta situación contribuye a que el niño adopte una postura de independencia en un intento por construir las condiciones propicias para sentirse seguro sin ayuda de los demás.
Este tipo de apego en la edad adulta, se caracteriza por la búsqueda deliberada de la soledad y por la incomodidad en las relaciones personales. Ser independiente ser vuelve tan importante ante el temor de construir relaciones de amistad o de pareja. Son personas que por lo general buscan trabajar en solitario o que no muestran interés en establecer nuevas relaciones.
4. Apego desorganizado
Los niños que desarrollan este tipo de apego son los que han estado expuestos a diversas situaciones con sus figuras de apego principalmente experiencias amenazantes, de negligencia o de abusos.
Ya que el infante no cuenta con los recursos para independizarse ni física ni emocionalmente permanecerá sin opción cercano a la influencia de estas experiencias. Muestran miedo a la compañía y a la soledad al mismo tiempo, por eso el termino de apego desorganizado.
Como adultos, las personas con apego desorganizado han aprendido que las relaciones íntimas están conformadas por la agresividad, de manera que anticiparán que van a ser agredidos por los demás. De este modo, aunque lo que necesitan es seguridad, tenderán a evitar o romper las relaciones fácilmente, o bien rechazar a los otros porque lo viven como peligroso; e incluso, a agredirles.
Como ya hemos visto, existe una relación entre cómo vivimos el apego durante la infancia y como establecemos relaciones en la edad adulta.
La mente de un niño tiene todo el potencial para construir una vida feliz. Debido a la vulnerabilidad que lo acompaña al nacer, los primero años son muy importantes para definir como vivirá sus primeros años de existencia. Estas primeras relaciones serán determinantes para establecer como buscará la plenitud biológica, social y emocional.
Te agradezco cualquier comentario acerca de esta columna y si crees necesitar acompañamiento psicológico profesional con respecto a este tema o conoces a alguien que lo necesite, escríbeme un Whatsapp al número +526671313403 en México y visítame en Facebook en: https://www.facebook.com/sensumpsicologiaycrecimiento/
Te dejo un abrazo.
Juan José Díaz / Psicólogo y psicoterapeuta